Tenencia
de la tierra y explotación agrícola en la época porfiriana.
Portillo Motte Óscar Augusto
FFyl-UNAM [diciembre 2012]
I.- Un acercamiento al problema.
Los problemas por la tenencia de la
tierra en México han sido una constante a través de su historia, ya que este ha
sido un problema clave para entender diferentes tipos de levantamientos,
revueltas, insurrecciones y revoluciones que tienen de base el arraigado
conflicto agrario. La Revolución Mexicana significó un hito en la historia de
las revueltas agrarias en México, porque gracias a ésta, todas las
problemáticas históricas relacionadas con la propiedad de la tierra tuvieron su
válvula de escape, y fue el medio principal, por el cual todas las demandas de
la clase campesina pudieron ser escuchadas.
El tema elegido en ésta breve ensayo es el
del problema por la propiedad de la tierra surgido entre las haciendas y los
pueblos, un conflicto que tiene sus orígenes desde la época colonial;
principalmente en la región del centro de México, en donde se había instaurado
el sistema de haciendas a la sobra de las comunidades indígenas, las cuales,
crecieron como un mal endémico que carcomió el tejido y las estructuras
sociales de los pueblos durante la época colonial y que tuvieron un
recrudecimiento de vital importancia durante el porfiriato.
A partir de esta generalidad que podemos
encontrar prácticamente en zona la central de México y el Bajío, donde se había
consumado desde la época colonial procesos de incorporación de haciendas a
comunidades, las cuales habían integrado a parte de la población local como
peones o servicio doméstico, otorgándoles una parcela para la subsistencia
familiar, donde la escasez de circulante monetario y las dificultades
pecuniarias de los dueños favorecieron la formación de tiendas de raya, en
donde se les entregaba a los trabajadores alimento, vestido y utensilios en
lugar de salario, y en otros casos las haciendas asestaron golpes encaminados a
la usurpación y el despojo de la propiedad comunal de los pueblos.[1]
Todo esto como consecuencia de la penetración
de la Revolución Industrial a México, que se llevó a cabo durante la
presidencia de Porfirio Díaz, y con base en los procesos de producción
modernizadores que trajo el sistema capitalista, se modificaron por completo
las estructuras económicas del país, lo cual repercutió en todos los ámbitos y
sectores de la sociedad porfirista. Estas transformaciones económicas
modificaron por completo las viejas relaciones sociales heredadas del antiguo
régimen, cuestión que se vio reflejada en el ámbito rural y en el sistema de
haciendas de la región del centro de México. El cual tuvo una repercusión de
vital importancia, debido a que en algunas zonas, la hacienda era vista por sus
dueños como una empresa de carácter capitalista, en la cual lo más importante
era el rendimiento económico y la apertura a nuevos mercados, por lo que esta
modernización fue causa poderosa de la modificación de estructuras económicas y
sociales.[2]
I.-Revolución Industrial y transformación
de la política agraria.
En una era de revolución tecnológica y
concentración del capital como lo fue el siglo XIX, los procesos de
modernización del sector agrícola e industrial no eran exclusivos de los países
desarrollados, sino que a través de la transformación del mercado y la
ampliación de este a otras regiones del planeta, la producción se llevó a gran
escala, modificando por completo las relaciones sociales de producción en los
países a los que el capitalismo se expandía.[3]
Bajo este contexto general se puede explicar la transformación del agro
mexicano en el periodo porfirista, porque si bien, no hay que pensar en el
México de fines del siglo XIX como un proceso histórico aislado del mundo, sino
que todos las trasformaciones de carácter político, económico y social son
producto de una condicionante histórica que se estaba desarrollando a nivel
global en la época. De esta manera es como se introduce de manera formal el
capitalismo a México a mediados del siglo XIX y con esto la modernización de
los medios de producción a nivel industrial y agrario.
Podríamos considerar como una determinante
de todo este proceso que se vive a nivel global, las leyes con respecto a la
propiedad de la tierra que se establecieron en México desde 1857, en las cuales
se prohibía a las corporaciones religiosas y civiles poseer grandes extensiones
de tierra (fuera de lo indispensable para sus funciones). Estas leyes establecidas
por los liberales a mediados del siglo XIX, iban encaminadas a destruir las
viejas formas de tenencia de la tierra instauradas en la colonia, con lo que
pretendían formar una clase de pequeños propietarios agrarios, con lo que no
solamente afectaban al clero, sino también a las comunidades indígenas,
liquidando la antigua estructura de propiedad comunal.[4]
El resultado de estas leyes liberales no fue el que se esperaba, que era el surgimiento de una nueva clase de pequeños agricultores propietarios, sino una concentración latifundista de la propiedad agraria, que a partir del fraccionamiento de las propiedades de la iglesia y de las comunidades campesinas, estas fueron adquiridas a precios irrisorios por terratenientes de los latifundios vecinos.[5] Durante el porfiriato estas prácticas tuvieron su punto más crítico, pues a partir de las leyes previamente mencionadas, el proceso de despojo y acaparamiento de la tierra tuvo un recrudecimiento, el cual determinaría por completo la estructura agraria del régimen porfirista. Pues la política agraria del régimen no difería mucho de la instaurada décadas atrás, de hecho se montaba bajo los mismos principios de las Leyes de Reforma, pero el aspecto que debemos considerar es que estos mecanismos de control de la tierra iban encaminados a favorecer intereses particulares, a favor de un pequeño grupo de políticos y empresarios alrededor de Porfirio Díaz.
El resultado de estas leyes liberales no fue el que se esperaba, que era el surgimiento de una nueva clase de pequeños agricultores propietarios, sino una concentración latifundista de la propiedad agraria, que a partir del fraccionamiento de las propiedades de la iglesia y de las comunidades campesinas, estas fueron adquiridas a precios irrisorios por terratenientes de los latifundios vecinos.[5] Durante el porfiriato estas prácticas tuvieron su punto más crítico, pues a partir de las leyes previamente mencionadas, el proceso de despojo y acaparamiento de la tierra tuvo un recrudecimiento, el cual determinaría por completo la estructura agraria del régimen porfirista. Pues la política agraria del régimen no difería mucho de la instaurada décadas atrás, de hecho se montaba bajo los mismos principios de las Leyes de Reforma, pero el aspecto que debemos considerar es que estos mecanismos de control de la tierra iban encaminados a favorecer intereses particulares, a favor de un pequeño grupo de políticos y empresarios alrededor de Porfirio Díaz.
El gobierno, según Herbert J. Nickel,
protegía las usurpaciones de tierra por distintos hacendados y especuladores,
toleraba el registro de propiedades rurales como terrenos baldíos en la
posesión de comunidades indígenas y justificaba violaciones de contratos y
acciones brutales en contra de las poblaciones que oponían resistencia a estos
procesos de despojo y acaparamiento de las tierras,[6]
a través del uso de los aparatos represivos del Estado, tales como el ejército
federal, los cuerpos rurales y las guardias privadas de hacendados, quienes a
través del uso de la violencia, además del despojo de tierras arrebataban el
derecho al uso del cauce de los ríos.[7]
II.- El gran latifundio contra la
propiedad comunal.
A partir del año de 1880, cuando comienza a consolidarse el
régimen porfirista como una dictadura de carácter progresista, es cuando las
haciendas en México (no solamente las de la región central, sino las del norte
y las del sudeste) comienzan a transformar sus dinámicas de producción; porque
a partir de esta década, las buenas perspectivas que el mercado interno como
externo ofrecía, aunado a las posibilidades de transporte, que pudieron darse
con la construcción de la mayor parte de las vías férreas que conectaban a
México internamente y con el extranjero, y la inversión de capital nacional e
internacional, permitieron una mayor dinámica comercial entre las distintas
regiones del país, estableciendo el desarrollo industrial de algunas haciendas
clásicas, que se convertirían en haciendas totalmente modernizadas o
industrializas. Permitiendo la introducción de maquinaria moderna, el uso de
nuevos medios de transporte y fuentes de energía, que traería como consecuencia
la creación de nuevas formas de producción y nuevas relaciones sociales de
producción, cambiando totalmente la relación obrero-patronal.[8]
Lo que traería como consecuencia una marcada división social del trabajo y la
especialización de los trabajadores de las haciendas, los cuales, además de los
trabajadores, peones y demás, contrataban electricistas, mecánicos, obreros de
taller y la profesionalización de la administración, comercialización y
explotación de la tierra, así como también la renuncia de las relaciones
sociales paternalistas características del periodo colonial.[9]
Sobre esto último, vale la pena resaltar
que los lazos internos que prevalecían en México antes de la llegada de la Revolución Industrial, sufrieron en este
periodo un debilitamiento que se vería reflejado en las formas de sociabilidad
en relación a los trabajadores de las haciendas y los hacendados; quienes para
el periodo que parte de 1880 comenzaron a considerar la propiedad de la tierra
como un elemento de rendimiento económico, pues en esta etapa se volvió
bastante común la compra y venta de haciendas a un mismo propietario, por lo
que en ocasiones no era necesario que el hacendado habitara la propiedad,
siendo remplazando por gente de confianza que cumplía la función de administrar
la hacienda. De esta manera, tal y como lo menciona François Xavier-Guerra,
aparece un nuevo tipo de hacendado, sin raíces locales, para quien la posesión
de una hacienda es únicamente una inversión productiva en una explotación
agrícola, sin que sea conciente de que hereda también funciones de cabeza de
una comunidad humana de tipo señorial. Por lo que este fenómeno se vuelve
bastante común en el periodo porfiriano, causando el alejamiento físico del
hacendado, siendo sustituido por administradores, que ha menudo no son de la
región y cuyo fin es obtener mayores beneficios de carácter económico.[10]
La hacienda para estos momentos y sobre
todo para le región del centro de México puede ser considerada como una empresa
de carácter capitalista, sobre todo porque la producción se dedica a la
acumulación del capital y a la ampliación de las redes comerciales tanto
internas como externas, es así que a partir del desarrollo económico en el
periodo porfirista ocurre un fenómeno de singular importancia en la zona
central del país y el bajío, que es el de la apropiación a gran escala de las
tierras indígenas, las cuales, tal como lo mencionamos anteriormente, a raíz de
las leyes en relación a la tenencia de la tierra, las comunidades fueron
despojadas completamente de sus tierras, principalmente por los hacendados,
quienes para adquirir tierras, tenían que recurrir a maniobras políticas y
judiciales, a confiscaciones, fallos judiciales, juicios hipotecarios y títulos
impugnables, despojando de esta manera, las tierras que por herencia histórica
les pertenecían a las comunidades campesinas.[11]
Las expropiaciones más grandes que se
dieron en esta época tuvieron lugar en la región más densamente poblada de
México, en la cual las modernas haciendas en ciernes, quienes a partir de las
leyes desamortización, iban a lanzar cada vez más un asalto renovado sobre las
comunidades, cuestión que se vio reflejada en los métodos cada vez más
sofisticados de acumulación de la tierra, por medio de usurpaciones, despojos y
otra serie de artimañas de las que se valía la burguesía terrateniente, que
mostraba su hambre de tierras, mucho mayor al que se pudo observar en el
periodo colonial, despojando al individuo de su único medio de subsistencia que
es la tierra, obligándolo a vender lo único que posee, que es su fuerza de
trabajo.[12]
III.- El campesinado en el
centro de México.
Todo parece indicar que los despojos de tierras iban
encaminados a aumentar la producción de las haciendas y acrecentar las
propiedades agrarias, pero considero que en este breve y muy general análisis
estamos olvidando a todos aquellos sujetos de los que se compone la historia,
ya que no estamos historiado en este apartado a los grandes personajes ni a las
elites del poder, sino que cabe la pena mencionar a todos aquellos contingentes
o multitudes que muchas veces son olvidados por los historiadores. Estudiando a
estos grupos marginales, como es el campesinado y las distintas variantes de
las que se compone la clase trabajadora del México rural durante el porfiriato,
podemos obtener grosso modo una
generalidad sobre las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas en
este periodo, y poder determinar como el desarrollo del capitalismo a finales
del siglo XIX transformó por completo las relaciones obrero patronales,
definiendo de esta manera la estructura agraria y las condiciones de trabajo
dominantes durante el porfiriato.
Si bien hemos podido
examinar la relación de las haciendas y los pueblos durante el porfirismo y la
moderna propiedad agraria, que significó la penetración capitalista en el campo
mexicano, tenemos que analizar cuál es el papel de los individuos en este
devenir, en el cual, el agro mexicano sufre un proceso de proletarización y
destrucción del campesinado a través de la penetración del capital en el campo.[13]
Y tal como lo señala Eric Hobsbawm, el desarrollo capitalista implicaba tres
tipos de cambios, los cuales podemos adecuar perfectamente al desarrollo del
México rural en la época que estamos analizando, en donde la tierra se
convierte en mercancía, que esta propiedad estuviera en manos de hombres
dispuestos a desarrollar los recursos productivos en su provecho y finalmente
que la gran masa de la población rural pudiera vender su fuerza de trabajo al
sector no agrícola de la economía.[14]
Al parecer los primeros dos puntos de este análisis que Hobsbawm plantea han
quedado más o menos claros en este trabajo, y por esta cuestión el último
aspecto es el que será desarrollado a continuación.
La descampesinización
es en realidad el nacimiento de un proletariado agrícola arrancado con mayor o
menor violencia de la tierra; ello sólo puede ocurrir paralelamente a una
acumulación de capital y a una concentración de la producción que tiene de base
el trabajo asalariado.[15]
Ejemplo de esto que acabamos de mencionar es que a partir del despojo de
tierras comunales que se generalizó en el porfiriato, se formó una masa de
campesinos desposeídos, de la cual según Katz, sólo una porción mínima podía
ser absorbida por la incipiente industrialización que experimentó el centro de
México en esta época.[16]
Creando con esto una mayor movilidad entre la clase trabajadora de la época, la
cual buscaba medios de subsistencia mediante la venta de su fuerza de trabajo a
las fábricas establecidas en la región o a los terratenientes locales.
A esto último
responde una de las problemáticas que la historiografía que se dedica al
estudio del México agrario a estudiado con mayor énfasis, que son los medios de
coerción social representadas por las formas de trabajo en las haciendas, las
cuales responden de manera diferente dependiendo de la zona a estudiar, porque
no es lo mismo decir que las condiciones laborales de los trabajadores
agrícolas del centro de México son las mismas a las que se pueden observar en
la zona norte del país, en donde el trabajador tienen una mayor movilidad,
debido a la escasa mano de obra, que se debe a la baja concentración
poblacional en esta zona, o al otro caso, que es el sudeste mexicano, en donde
prevalecieron condiciones laborales de semiesclavitud, principalmente en las
plantaciones de Yucatán y Valle Nacional, Oaxaca. Es así que para la región que
analizamos en este trabajo, es importante precisar las condiciones imperantes
bajo las cuales, el campesinado en la región central de México, en donde la
concentración poblacional era mayor que en las dos otras zonas de producción
agrícola antes mencionadas y en donde la escasez de mano de obra no
representaba un problema grave, debido a la gran cantidad de trabajadores
disponibles, lo que propició, según Herbert J. Nickel, una disminución del
salario de los peones y al mejoramiento de los métodos de captación del
trabajador, en los cuales el reclutamiento de la fuerza de trabajo, ya fuera
peonaje por deudas, aparcería, contratos de trabajo libres, el empleo de
extranjeros enganchados y de deportados, tuviera su punto más álgido en la
historia de México.[17]
Estimaciones finales.
Podríamos decir que grosso modo hemos tratado de definir
cuales eran las características generales de la tenencia de la tierra en el
centro de México y el Bajío durante el porfiriato, y llegar a la conclusión de
que en efecto el desarrollo capitalista y la modernización de los procesos del
producción en el sector agrícola, trajeron como consecuencia la modificación de
las estructuras de sociabilidad entre los distintos grupos, y a través del
análisis de las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas, podemos entender
algunas características que nos ayudarán a comprender más adelante el proceso
de incorporación de algunos grupos de campesinos a la Revolución Mexicana, si
bien sabemos que no todos los trabajadores de las haciendas se anexaron a las
filas revolucionarias, si lo hizo un sector importante de estos.
El verdadero problema
no radica en estas afirmaciones, sino que la verdadera cuestión es de carácter
historiográfico, debido a que el tema desarrollado en esta investigación se ha
abordado de distintas maneras por los historiadores del siglo XX y ha sido
sujeto de varias interpretaciones. Porque si bien el rompecabezas en relación a
este tipo de estudios es muy incompleto, por lo que en ocasiones resulta
bastante difícil hacer generalizaciones con respecto a algunos temas y no
podemos asumir como verdad absoluta lo que se ha investigado hasta nuestros
días. Si bien se tienen ideas precisas sobre algunos temas, como las redes
financieras, la situación de las empresas, la condición de vida de los
trabajadores o el proceso de privatización de tierras en algunas regiones o
sectores particulares, estos todavía se enmarcan en un contexto bastante
general, que resulta bastante difícil precisar y que puede llevar a hacer
generalizaciones en cuanto al estudio del tema.[18]
Desde el punto de
vista de quien escribe estas líneas, considero que la mejor forma en como los
historiadores podemos resolver el problema, es mediante el estudio de caso, es
decir estudiar una hacienda en particular, y a través del estudio de estas
unidades político-económicas del México rural, poder precisar las particularidades
de cada zona, para no hacer generalizaciones con respecto a algunos temas.
SI bien podemos tener
una directriz con lo que acabamos de escribir en este ensayo, no podemos
confiarnos del todo, debido a que esto es solamente la punta del iceberg en
cuanto al estudio del sistema de haciendas y pueblos en el porfiriato, que si
bien ha sido de bastante ayuda para poder esclarecer ciertas ideas con respecto
a la función social de estas unidades que durante mucho tiempo fueron
interpretadas por la historiografía revolucionaria como instituciones de
carácter feudal, principalmente por sus dinámicas económicas y sociales, y que
afortunadamente, con el pasar de los años la historiografía ha estudiado cada
vez más estos temas desde una visión un tanto más objetiva, mostrando a la
hacienda porfiriana como una empresa capitalista, completamente heterogénea,
dependiendo de la ubicación geográfica de la misma.
Bibliografía.
- Gilly, Adolfo, La Revolución interrumpida, 2 ed,
México, Ediciones Era, 2010.
- Guerra, François-Xavier, México: Del antiguo régimen a la Revolución, México, Fondo de Cultura
Económica, 1988.
-
Hobsbawm, Eric, La era del imperio:
1875-1914. Disponible en Internet:
- Katz, Friedrich, La servidumbre agraria en la época porfiriana, México, Ediciones
Era, 2010.
- Nickel, Herbert. J, Morfología social de la hacienda mexicana,
México, Fondo de Cultura Económica, 1996.
- Paré, Luisa, El proletariado agrícola en México: ¿Campesinos sin tierra o
proletarios agrícolas?, México, Siglo XXI, 1977.
- Womack, John, Zapata y la Revolución Mexicana, 13 ed, México, Siglo XXI, 1984.
[1] En relación a esta cuestión
de las condiciones sociales y laborales de las haciendas del centro de
México y del bajío principalmente
desde la época colonial a la Revolución Mexicana, tenemos el breve apartado que
se encuentra en la obra compilatoria de Javier Garcíadiego, Gran Historia de México Ilustrada IV, De
la Reforma a la Revolución: 1857-1920, México, Planeta DeAgostoni, CONACULTA,
INAH, 2001. p. 156.
[2] Sobre las modificaciones de
las relaciones sociales a raíz de la modernización de las técnicas de
producción agrícola en el
porfiriato, tenemos el apartado de las haciendas en la obra de François-Xavier
Guerra, México: Del antiguo régimen a la
Revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1988.
[3] Hobsbawm, Eric, La economía
cambia de ritmo en La era del imperio:
1875-1914. Disponible en Internet: http://www.biblioteca.org.ar/libros/131834.pdf. p. 13-14
[4] Gilly, Adolfo, La Revolución interrumpida, 2ed, México, Ediciones Era, 2010. p. 16-17.
[5] ibidem. p. 19.
[6] Nickel, Herbert. J, Morfología social de la hacienda mexicana, México,
Fondo de Cultura Económica, 1996. p. 108.
[7] Adolfo Gilly, op. cit., p. 32
[8] Herbert J. Nickel, op. cit., p. 136.
[9] ibidem. p. 138.
[10] François-Xavier Guerra, op. cit., p. 138.
[11] Womack, John, Zapata y la Revolución Mexicana, 13 ed,
México, Siglo XXI, 1984.
[12] Adolfo Gilly, La Revolución interrumpida. p. 37.
[13] Paré, Luisa, El proletariado agrícola en México:
¿Campesinos sin tierra o proletarios agrícolas?, México, Siglo XXI, 1977.
p. 15.
[14] ibidem., p. 17.
[15] ibidem., p. 23.
[16] Katz, Friedrich, La servidumbre agraria en la época
porfiriana, México, Ediciones Era, 2010. p. 33.
[17] Herbert J. Nickel, Morfología social de la hacienda mexicana,
p. 153
[18] Sobre la historiografía
relacionada a cuestiones agrarias en el porfiriato, tenemos el texto de
Mauricio Tenorio Trillo y Aurora Gómez Galvarriato, El Porfiriato,
México,
Fondo de Cultura Económica-CIDE, 2006.
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