lunes, 14 de octubre de 2013

Análisis cinematográfico.


Kamchatka: "El lugar donde resistir"




Portillo Motte Óscar Augusto 
 FFyL-UNAM [junio de 2013]


¿Por qué analizar las problemáticas del pasado a través del cine?  

 Analizar problemas históricos a través del cine permite al investigador tener en cuenta otro tipo de interpretaciones acerca del pasado, utilizando como herramienta de estudio el discurso cinematográfico, en donde a través de los ojos del director o realizador de cada film, se pueden apreciar otro tipo de miradas o realidades completamente distintas a las que nos ofrecen los textos escritos. Por medio de herramientas visuales como el cine y la fotografía, es posible acceder a otra forma de observar la realidad en donde el análisis de cuestiones políticas, económicas y sociales toman otro sentido de interpretación. Esto no quiere decir que las denominadas nuevas fuentes carezcan de objetividad, sino que a partir de estas podemos tomar en cuenta otro tipo de elementos que nos ayuden a reconstruir el pasado e incurrir en otro tipo de problemáticas. Es así que mediante el análisis del discurso del cine podemos recrear de cierta manera aspectos del pasado que no necesariamente tienen que ser una reproducción fiel del mismo.
     Sobre esto último quisiera hacer notar que la mayoría de las películas que abordan un hecho histórico, se montan bajo un sentido de ficción y a partir de esto es donde podemos encontrar elementos que nos permitan realizar una lectura histórica del cine. Estas son cualidades necesarias para poder realizar un estudio a fondo de fenómenos histórico-sociales por medio del discurso cinematográfico, en el cual se pueden obtener varios elementos que hacen de una película no sólo una mera expresión cultural dirigida a un cierto sector de la sociedad, sino un instrumento con  una profunda carga  ideológica. Ya que el cine forma parte de una industria cultural, en donde predomina una ideología dominante, siendo este un producto que se encuentra completamente politizado, sujeto a una determinada hegemonía y difusor de las ideas de masas.[1]
      Es por esto que a través del análisis cinematográfico podemos extraer ciertos elementos que nos ayuden a vislumbrar cual es la construcción ideológica de un film, debido a que el cine es una expresión cultural de una época y por tanto es necesario tomar en cuenta elementos que nos ayuden a comprender cual es el contexto político, económico y social en el que se realiza y las connotaciones que implica.[2]
     El trasfondo de las películas no es neutro, puesto que se haya impregnado de la ideología dominante. Esta ideología es el contenido mismo del cine y bajo este precepto fundamental es donde se difunden las ideas dominantes, las cuales responden a un determinado contexto histórico.
     A partir de lo anteriormente expuesto me propongo analizar en este breve ensayo la película Kamchatka[3] (adaptación del libro de Marcelo Figueras que lleva el mismo nombre), obra del director Marcelo Piñeyro y presentada en el año 2001. Esta película se ubica en el contexto histórico del golpe militar en Argentina a mediados de la década de 1970 y es parte de una serie de films sobre la dictadura militar en ese mismo país. Cabe mencionar que es una cinta de reciente aparición, comparada con otras que salieron a la luz inmediatamente después de finalizado el Proceso de Reorganización Nacional. Esta obra como bien se mencionó anteriormente está situada cronológicamente en el inicio de la dictadura cívico-militar argentina, la cual responde a un contexto histórico de carácter global como es la guerra fría.
     A través de este contexto general podemos situar históricamente la trama central del film a analizar, la cual se desarrolla en los gobiernos militares de América del Sur en los años setenta, que fueron consecuencia, muchos de ellos de la Doctrina de Seguridad Nacional ejercida por los Estados Unidos en materia de política exterior, lo que trajo como consecuencia una serie de gobiernos cívico-militares en países del cono sur, como Uruguay (1973), Chile (1973) y Argentina(1976). 

I.- Kamchatka: El lugar donde resistir.
Para iniciar el análisis cinematográfico del film, es necesario abordar la trama central del mismo; Kamchatka es una cinta en donde se cuenta la historia de una familia argentina en los días posteriores al golpe de Estado de Jorge Rafael Videla (1976), de la cual el director no ofrece la información necesaria para conocer a cada uno de estos personajes, sólo sabemos cuales son los roles que cada uno ocupa, como el padre de familia que es abogado, la madre científica y los dos hijos de este matrimonio, los cuales aún son unos niños. La historia se centra principalmente en Matías, el hijo mayor de esta pareja, en donde a través de este podemos conocer la historia de su familia en el inicio del Proceso de Reorganización Nacional.
     La historia comienza con la huída de la familia a una finca en las afueras de Buenos Aires, en donde por motivos completamente desconocidos para el espectador tienen que ocultarse, aunque se puede inferir que son perseguidos políticos por el régimen en turno. Es así que Matías y su hermano menor “El Enano” son arrancados de su modus vivendi habitual, para llevar una vida alejada del ajetreo político y social por el que atraviesa el país en esos momentos. Al principio parece ser una situación bastante incómoda para los dos hermanos, ya que dejaron atrás a sus amigos, la escuela y la vida que conocían; debido a la persecución de la que es victima la familia, los padres deciden adoptar nombres falsos, con la intención de no ser reconocidos por los militares que se encuentran en su búsqueda, es así que cambian su apellido a familia Vincent.
     Tras una temporada en la finca los dos pequeños se han acostumbrado completamente a la vida en ese lugar, (cabe mencionar, que es en donde se desarrolla la mayor parte de la trama del film) por lo que su estadía ahí se vuelve más tolerable. Un día reciben a un invitado en la finca, un joven de nombre Lucas, quien también por motivos políticos es obligado a ponerse ese nombre. Este personaje resulta ser todo un misterio para los dos niños, por no saber nada acerca de él.
     El tiempo pasa y la situación política de los padres no mejora, sabiéndose perseguidos y con los militares pisándoles los talones, deciden dejar a sus hijos con sus abuelos paternos, siendo esta la única opción viable para salvaguardar la vida de los pequeños, siendo este momento la última vez que Matías verá a sus padres.  

II.- Una representación onírica de la dictadura.
     A través de la voz en off de Matías quien es el narrador de esta historia, nos podemos dar cuenta de muchas cuestiones acerca de este periodo, sobre todo de aspectos que en diversas ocasiones las obras escritas no muestran. Una particularidad de esta película es que exhibe el factor psicológico de los perseguidos por la dictadura y esto lo podemos observar a través de la representación que hace Matías de esta, quien desconoce totalmente los motivos por los cuales tuvieron que dejar su hogar y trasladarse a la finca, y a través de ciertos elementos puede hacer una interpretación de la realidad por la que atraviesa su familia. Por medio de la serie de televisión Los Vengadores, el escapista Harry Houdini (de quien toma el nombre) y el juego de táctica y estrategia T.E.G., el joven protagonista utiliza la ficción no como un medio de escape de la realidad, sino como una forma de conocimiento y aprendizaje, cuestión que le ayuda a tener una mejor comprensión de la situación por la que atraviesa y tratar de comprender lo que está pasando.[4]
     Harry (Matías) a través del juego táctica y estrategia aprende la importancia de la resistencia, de Houdini, que hay que escapar a cualquier precio y de Los Vengadores, que no puede diferenciar si las personas son amigas o enemigas, estos elementos le ayudaran a nuestro protagonista a asimilar la realidad y estás cuestiones serán determinantes por el resto de su vida.[5] De esta manera podemos observar como el director trata de construir un discurso por medio de estos elementos, que al ser utilizados como metáforas nos proporcionan una idea de cómo un niño como Matías concibe fenómenos histórico-sociales, factor por el que podemos analizar ciertos aspectos de la dictadura argentina a través de las vivencias de este personaje.
     Una de las críticas que se le pueden hacer a Kamchatka, es el discurso político que maneja, que si bien es una radiografía de los perseguidos y desaparecidos por la dictadura argentina, esta hace una crítica bastante laxa sobre los opresores, debido a que en la mayor parte del film estos no aparecen y hay poca mención hacia ellos. Las referencias directas a la dictadura son escasas, quizá la más clara es el noticiero que se logra entrever a través del televisor en la escena de la sala; pero considerando que la intención de la película no es proporcionar datos sobre este proceso histórico, a pesar de que la película se monte en este periodo, podemos obtener pocas referencias sobre este tema.
     Si bien el factor político no está del todo presente en la trama, la forma en la que está construido el discurso de la cinta nos revela que no es necesario tratar el tema de la política ni de la violencia, para transmitir el sentimiento de los protagonistas con respecto a la situación que padecen. Tras los lazos formados en la finca por cada uno de los integrantes de la familia de Matías, es posible hacer un análisis de la situación que se vivía en aquellos años, en donde el peligro de ser sustraídos por militares era una constante.
     Es así que a través de este film podemos hacer una reconstrucción histórica sobre la historia de los desaparecidos en la dictadura argentina, si bien este no es un caso verídico, se retoman distintos elementos de carácter psicológico que nos permiten tener una aproximación a este fenómeno histórico. Y como muchos otros casos con características similares, esta película nos ofrece una aproximación al clima de violencia y represión política de aquellos años, con lo que podemos establecer como era la vida de todas aquellas personas que vivían ocultas por temor a que fueran desaparecidas por el gobierno.
     En cuanto a la forma narrativa de esta película podemos decir que no había una intención de innovar o realizar contribuciones al caso de la dictadura militar argentina, debido a que hay un sinnúmero de cintas que abordan este proceso desde distintas perspectivas. Sino que la verdadera contribución de este film, es mostrarnos este duro proceso desde otra óptica, que es el elemento en donde podemos observar la carga ideológica de Kamchatka, debido a que es una película concebida para la distribución a nivel de masas y reproductora de la ideología dominante, que en este caso sería el de darle otra interpretación a este proceso histórico.

Consideraciones finales.
Para concluir este breve ensayo quisiera resaltar la utilidad del cine como elemento de interpretación de la historia, que en este caso se vio ejemplificado con la película anteriormente descrita, la cual puede servir como documento de carácter histórico en más de un sentido; este tipo de producciones cinematográficas son una forma de explicar el exceso de memoria histórica de la sociedad argentina sobre el cruento periodo que representó la dictadura. Podemos decir esto, debido a que hay gran variedad de películas que abordan este proceso desde variados puntos de vista y abordando distintas problemáticas. De esta manera nos es posible observar como a partir de esto hay una tendencia a analizar este caso desde otras perspectivas, no en la representación grafica del aspecto político, económico y social, sino a partir de la intimidad de una familia que sufre las persecuciones políticas.
     En este sentido es posible hacer un análisis de lo que representa este periodo histórico para la sociedad argentina en la actualidad, la cual se niega completamente a olvidarlo y que en ocasiones este discurso sirve como instrumento de legitimación del poder de los actuales gobiernos en este país. Un fenómeno que no es privativo solamente del caso argentino, sino de muchos gobiernos que en su reciente historia atravesaron por gobiernos dictatoriales.

Bibliografía.
- Max Horkheimer, “La industria cultural” en Dialéctica de la ilustración, Madrid, Akal, 2007, p. 133-181.
- Rosenstone, Robert A., El Pasado en Imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, Barcelona, Ariel, 1977, p 13-74.
- Van Dijk, Teun. Algunas notas sobre la ideología y la teoría del discurso en Semiosis, (Universidad Veracruzana, Xalapa, México), no.5, julio-diciembre, p. 37-53. (versión electrónica).

Fuentes electrónicas.
Mora, Rosa, ‘Kamchatka’ narra la triste y tierna historia de un hijo de desaparecidos, El País digital [En línea], Barcelona, 16 de noviembre de 2003, noº 9,666, [fecha de consulta: 10 de junio de 2013].
Disponible en: elpais.com/diario/2003/11/16/cultura/1068937204_850215.html

Filmografía.
Marcelo Piñeyro, Kamchatka, Argentina-España, 2001, 107 min.



[1] Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, “La industria cultural” en Dialéctica del iluminismo, Madrid, Akal, 2007, p. 133-181.
[2] Van Dijk, Teun. Algunas notas sobre la ideología y la teoría del discurso en Semiosis, (Universidad Veracruzana, Xalapa, México), no.5, julio-diciembre, p. 37-53. (versión electrónica)
[3] Marcelo Piñeyro, Kamchatka, Argentina-España, 2001, 107 min.
[4] Mora, Rosa, ‘Kamchatka’ narra la trite y tierna historian de un hijo de desaparecidos, El País digital [En línea], Barcelona, 16 de November de 2003, noº 9,666, [fecha de consult: 10 de junior de 2013]. Disponible en: elpais.com/diario/2003/11/16/cultura/1068937204_850215.html
[5] ibidem

domingo, 13 de octubre de 2013

Historia agraria.


Tenencia de la tierra y explotación agrícola en la época porfiriana.

Portillo Motte Óscar Augusto
FFyl-UNAM [diciembre 2012] 


I.- Un acercamiento al problema.

Los problemas por la tenencia de la tierra en México han sido una constante a través de su historia, ya que este ha sido un problema clave para entender diferentes tipos de levantamientos, revueltas, insurrecciones y revoluciones que tienen de base el arraigado conflicto agrario. La Revolución Mexicana significó un hito en la historia de las revueltas agrarias en México, porque gracias a ésta, todas las problemáticas históricas relacionadas con la propiedad de la tierra tuvieron su válvula de escape, y fue el medio principal, por el cual todas las demandas de la clase campesina pudieron ser escuchadas.
     El tema elegido en ésta breve ensayo es el del problema por la propiedad de la tierra surgido entre las haciendas y los pueblos, un conflicto que tiene sus orígenes desde la época colonial; principalmente en la región del centro de México, en donde se había instaurado el sistema de haciendas a la sobra de las comunidades indígenas, las cuales, crecieron como un mal endémico que carcomió el tejido y las estructuras sociales de los pueblos durante la época colonial y que tuvieron un recrudecimiento de vital importancia durante el porfiriato. 
     A partir de esta generalidad que podemos encontrar prácticamente en zona la central de México y el Bajío, donde se había consumado desde la época colonial procesos de incorporación de haciendas a comunidades, las cuales habían integrado a parte de la población local como peones o servicio doméstico, otorgándoles una parcela para la subsistencia familiar, donde la escasez de circulante monetario y las dificultades pecuniarias de los dueños favorecieron la formación de tiendas de raya, en donde se les entregaba a los trabajadores alimento, vestido y utensilios en lugar de salario, y en otros casos las haciendas asestaron golpes encaminados a la usurpación y el despojo de la propiedad comunal de los pueblos.[1]
     Todo esto como consecuencia de la penetración de la Revolución Industrial a México, que se llevó a cabo durante la presidencia de Porfirio Díaz, y con base en los procesos de producción modernizadores que trajo el sistema capitalista, se modificaron por completo las estructuras económicas del país, lo cual repercutió en todos los ámbitos y sectores de la sociedad porfirista. Estas transformaciones económicas modificaron por completo las viejas relaciones sociales heredadas del antiguo régimen, cuestión que se vio reflejada en el ámbito rural y en el sistema de haciendas de la región del centro de México. El cual tuvo una repercusión de vital importancia, debido a que en algunas zonas, la hacienda era vista por sus dueños como una empresa de carácter capitalista, en la cual lo más importante era el rendimiento económico y la apertura a nuevos mercados, por lo que esta modernización fue causa poderosa de la modificación de estructuras económicas y sociales.[2]

I.-Revolución Industrial y transformación de la política agraria.

     En una era de revolución tecnológica y concentración del capital como lo fue el siglo XIX, los procesos de modernización del sector agrícola e industrial no eran exclusivos de los países desarrollados, sino que a través de la transformación del mercado y la ampliación de este a otras regiones del planeta, la producción se llevó a gran escala, modificando por completo las relaciones sociales de producción en los países a los que el capitalismo se expandía.[3] Bajo este contexto general se puede explicar la transformación del agro mexicano en el periodo porfirista, porque si bien, no hay que pensar en el México de fines del siglo XIX como un proceso histórico aislado del mundo, sino que todos las trasformaciones de carácter político, económico y social son producto de una condicionante histórica que se estaba desarrollando a nivel global en la época. De esta manera es como se introduce de manera formal el capitalismo a México a mediados del siglo XIX y con esto la modernización de los medios de producción a nivel industrial y agrario.
     Podríamos considerar como una determinante de todo este proceso que se vive a nivel global, las leyes con respecto a la propiedad de la tierra que se establecieron en México desde 1857, en las cuales se prohibía a las corporaciones religiosas y civiles poseer grandes extensiones de tierra (fuera de lo indispensable para sus funciones). Estas leyes establecidas por los liberales a mediados del siglo XIX, iban encaminadas a destruir las viejas formas de tenencia de la tierra instauradas en la colonia, con lo que pretendían formar una clase de pequeños propietarios agrarios, con lo que no solamente afectaban al clero, sino también a las comunidades indígenas, liquidando la antigua estructura de propiedad comunal.[4]
     El resultado de estas leyes liberales no fue el que se esperaba, que era el surgimiento de una nueva clase de pequeños agricultores propietarios, sino una concentración latifundista de la propiedad agraria, que a partir del fraccionamiento de las propiedades de la iglesia y de las comunidades campesinas, estas fueron adquiridas a precios irrisorios por terratenientes de los latifundios vecinos.[5] Durante el porfiriato estas prácticas tuvieron su punto más crítico, pues a partir de las leyes previamente mencionadas, el proceso de despojo y acaparamiento de la tierra tuvo un recrudecimiento, el cual determinaría por completo la estructura agraria del régimen porfirista. Pues la política agraria del régimen no difería mucho de la instaurada décadas atrás, de hecho se montaba bajo los mismos principios de las Leyes de Reforma, pero el aspecto que debemos considerar es que estos mecanismos de control de la tierra iban encaminados a favorecer intereses particulares, a favor de un pequeño grupo de políticos y empresarios alrededor de Porfirio Díaz.
     El gobierno, según Herbert J. Nickel, protegía las usurpaciones de tierra por distintos hacendados y especuladores, toleraba el registro de propiedades rurales como terrenos baldíos en la posesión de comunidades indígenas y justificaba violaciones de contratos y acciones brutales en contra de las poblaciones que oponían resistencia a estos procesos de despojo y acaparamiento de las tierras,[6] a través del uso de los aparatos represivos del Estado, tales como el ejército federal, los cuerpos rurales y las guardias privadas de hacendados, quienes a través del uso de la violencia, además del despojo de tierras arrebataban el derecho al uso del cauce de los ríos.[7]

II.- El gran latifundio contra la propiedad comunal.

     A partir del año de 1880, cuando comienza a consolidarse el régimen porfirista como una dictadura de carácter progresista, es cuando las haciendas en México (no solamente las de la región central, sino las del norte y las del sudeste) comienzan a transformar sus dinámicas de producción; porque a partir de esta década, las buenas perspectivas que el mercado interno como externo ofrecía, aunado a las posibilidades de transporte, que pudieron darse con la construcción de la mayor parte de las vías férreas que conectaban a México internamente y con el extranjero, y la inversión de capital nacional e internacional, permitieron una mayor dinámica comercial entre las distintas regiones del país, estableciendo el desarrollo industrial de algunas haciendas clásicas, que se convertirían en haciendas totalmente modernizadas o industrializas. Permitiendo la introducción de maquinaria moderna, el uso de nuevos medios de transporte y fuentes de energía, que traería como consecuencia la creación de nuevas formas de producción y nuevas relaciones sociales de producción, cambiando totalmente la relación obrero-patronal.[8] Lo que traería como consecuencia una marcada división social del trabajo y la especialización de los trabajadores de las haciendas, los cuales, además de los trabajadores, peones y demás, contrataban electricistas, mecánicos, obreros de taller y la profesionalización de la administración, comercialización y explotación de la tierra, así como también la renuncia de las relaciones sociales paternalistas características del periodo colonial.[9]
     Sobre esto último, vale la pena resaltar que los lazos internos que prevalecían en México antes de la llegada de la Revolución Industrial, sufrieron en este periodo un debilitamiento que se vería reflejado en las formas de sociabilidad en relación a los trabajadores de las haciendas y los hacendados; quienes para el periodo que parte de 1880 comenzaron a considerar la propiedad de la tierra como un elemento de rendimiento económico, pues en esta etapa se volvió bastante común la compra y venta de haciendas a un mismo propietario, por lo que en ocasiones no era necesario que el hacendado habitara la propiedad, siendo remplazando por gente de confianza que cumplía la función de administrar la hacienda. De esta manera, tal y como lo menciona François Xavier-Guerra, aparece un nuevo tipo de hacendado, sin raíces locales, para quien la posesión de una hacienda es únicamente una inversión productiva en una explotación agrícola, sin que sea conciente de que hereda también funciones de cabeza de una comunidad humana de tipo señorial. Por lo que este fenómeno se vuelve bastante común en el periodo porfiriano, causando el alejamiento físico del hacendado, siendo sustituido por administradores, que ha menudo no son de la región y cuyo fin es obtener mayores beneficios de carácter económico.[10]
     La hacienda para estos momentos y sobre todo para le región del centro de México puede ser considerada como una empresa de carácter capitalista, sobre todo porque la producción se dedica a la acumulación del capital y a la ampliación de las redes comerciales tanto internas como externas, es así que a partir del desarrollo económico en el periodo porfirista ocurre un fenómeno de singular importancia en la zona central del país y el bajío, que es el de la apropiación a gran escala de las tierras indígenas, las cuales, tal como lo mencionamos anteriormente, a raíz de las leyes en relación a la tenencia de la tierra, las comunidades fueron despojadas completamente de sus tierras, principalmente por los hacendados, quienes para adquirir tierras, tenían que recurrir a maniobras políticas y judiciales, a confiscaciones, fallos judiciales, juicios hipotecarios y títulos impugnables, despojando de esta manera, las tierras que por herencia histórica les pertenecían a las comunidades campesinas.[11]
     Las expropiaciones más grandes que se dieron en esta época tuvieron lugar en la región más densamente poblada de México, en la cual las modernas haciendas en ciernes, quienes a partir de las leyes desamortización, iban a lanzar cada vez más un asalto renovado sobre las comunidades, cuestión que se vio reflejada en los métodos cada vez más sofisticados de acumulación de la tierra, por medio de usurpaciones, despojos y otra serie de artimañas de las que se valía la burguesía terrateniente, que mostraba su hambre de tierras, mucho mayor al que se pudo observar en el periodo colonial, despojando al individuo de su único medio de subsistencia que es la tierra, obligándolo a vender lo único que posee, que es su fuerza de trabajo.[12] 

III.- El campesinado en el centro de México.

     Todo parece indicar que los despojos de tierras iban encaminados a aumentar la producción de las haciendas y acrecentar las propiedades agrarias, pero considero que en este breve y muy general análisis estamos olvidando a todos aquellos sujetos de los que se compone la historia, ya que no estamos historiado en este apartado a los grandes personajes ni a las elites del poder, sino que cabe la pena mencionar a todos aquellos contingentes o multitudes que muchas veces son olvidados por los historiadores. Estudiando a estos grupos marginales, como es el campesinado y las distintas variantes de las que se compone la clase trabajadora del México rural durante el porfiriato, podemos obtener grosso modo una generalidad sobre las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas en este periodo, y poder determinar como el desarrollo del capitalismo a finales del siglo XIX transformó por completo las relaciones obrero patronales, definiendo de esta manera la estructura agraria y las condiciones de trabajo dominantes durante el porfiriato.
     Si bien hemos podido examinar la relación de las haciendas y los pueblos durante el porfirismo y la moderna propiedad agraria, que significó la penetración capitalista en el campo mexicano, tenemos que analizar cuál es el papel de los individuos en este devenir, en el cual, el agro mexicano sufre un proceso de proletarización y destrucción del campesinado a través de la penetración del capital en el campo.[13] Y tal como lo señala Eric Hobsbawm, el desarrollo capitalista implicaba tres tipos de cambios, los cuales podemos adecuar perfectamente al desarrollo del México rural en la época que estamos analizando, en donde la tierra se convierte en mercancía, que esta propiedad estuviera en manos de hombres dispuestos a desarrollar los recursos productivos en su provecho y finalmente que la gran masa de la población rural pudiera vender su fuerza de trabajo al sector no agrícola de la economía.[14] Al parecer los primeros dos puntos de este análisis que Hobsbawm plantea han quedado más o menos claros en este trabajo, y por esta cuestión el último aspecto es el que será desarrollado a continuación.
     La descampesinización es en realidad el nacimiento de un proletariado agrícola arrancado con mayor o menor violencia de la tierra; ello sólo puede ocurrir paralelamente a una acumulación de capital y a una concentración de la producción que tiene de base el trabajo asalariado.[15] Ejemplo de esto que acabamos de mencionar es que a partir del despojo de tierras comunales que se generalizó en el porfiriato, se formó una masa de campesinos desposeídos, de la cual según Katz, sólo una porción mínima podía ser absorbida por la incipiente industrialización que experimentó el centro de México en esta época.[16] Creando con esto una mayor movilidad entre la clase trabajadora de la época, la cual buscaba medios de subsistencia mediante la venta de su fuerza de trabajo a las fábricas establecidas en la región o a los terratenientes locales.
     A esto último responde una de las problemáticas que la historiografía que se dedica al estudio del México agrario a estudiado con mayor énfasis, que son los medios de coerción social representadas por las formas de trabajo en las haciendas, las cuales responden de manera diferente dependiendo de la zona a estudiar, porque no es lo mismo decir que las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas del centro de México son las mismas a las que se pueden observar en la zona norte del país, en donde el trabajador tienen una mayor movilidad, debido a la escasa mano de obra, que se debe a la baja concentración poblacional en esta zona, o al otro caso, que es el sudeste mexicano, en donde prevalecieron condiciones laborales de semiesclavitud, principalmente en las plantaciones de Yucatán y Valle Nacional, Oaxaca. Es así que para la región que analizamos en este trabajo, es importante precisar las condiciones imperantes bajo las cuales, el campesinado en la región central de México, en donde la concentración poblacional era mayor que en las dos otras zonas de producción agrícola antes mencionadas y en donde la escasez de mano de obra no representaba un problema grave, debido a la gran cantidad de trabajadores disponibles, lo que propició, según Herbert J. Nickel, una disminución del salario de los peones y al mejoramiento de los métodos de captación del trabajador, en los cuales el reclutamiento de la fuerza de trabajo, ya fuera peonaje por deudas, aparcería, contratos de trabajo libres, el empleo de extranjeros enganchados y de deportados, tuviera su punto más álgido en la historia de México.[17]

Estimaciones finales.

     Podríamos decir que grosso modo hemos tratado de definir cuales eran las características generales de la tenencia de la tierra en el centro de México y el Bajío durante el porfiriato, y llegar a la conclusión de que en efecto el desarrollo capitalista y la modernización de los procesos del producción en el sector agrícola, trajeron como consecuencia la modificación de las estructuras de sociabilidad entre los distintos grupos, y a través del análisis de las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas, podemos entender algunas características que nos ayudarán a comprender más adelante el proceso de incorporación de algunos grupos de campesinos a la Revolución Mexicana, si bien sabemos que no todos los trabajadores de las haciendas se anexaron a las filas revolucionarias, si lo hizo un sector importante de estos.
     El verdadero problema no radica en estas afirmaciones, sino que la verdadera cuestión es de carácter historiográfico, debido a que el tema desarrollado en esta investigación se ha abordado de distintas maneras por los historiadores del siglo XX y ha sido sujeto de varias interpretaciones. Porque si bien el rompecabezas en relación a este tipo de estudios es muy incompleto, por lo que en ocasiones resulta bastante difícil hacer generalizaciones con respecto a algunos temas y no podemos asumir como verdad absoluta lo que se ha investigado hasta nuestros días. Si bien se tienen ideas precisas sobre algunos temas, como las redes financieras, la situación de las empresas, la condición de vida de los trabajadores o el proceso de privatización de tierras en algunas regiones o sectores particulares, estos todavía se enmarcan en un contexto bastante general, que resulta bastante difícil precisar y que puede llevar a hacer generalizaciones en cuanto al estudio del tema.[18]
     Desde el punto de vista de quien escribe estas líneas, considero que la mejor forma en como los historiadores podemos resolver el problema, es mediante el estudio de caso, es decir estudiar una hacienda en particular, y a través del estudio de estas unidades político-económicas del México rural, poder precisar las particularidades de cada zona, para no hacer generalizaciones con respecto a algunos temas.
     SI bien podemos tener una directriz con lo que acabamos de escribir en este ensayo, no podemos confiarnos del todo, debido a que esto es solamente la punta del iceberg en cuanto al estudio del sistema de haciendas y pueblos en el porfiriato, que si bien ha sido de bastante ayuda para poder esclarecer ciertas ideas con respecto a la función social de estas unidades que durante mucho tiempo fueron interpretadas por la historiografía revolucionaria como instituciones de carácter feudal, principalmente por sus dinámicas económicas y sociales, y que afortunadamente, con el pasar de los años la historiografía ha estudiado cada vez más estos temas desde una visión un tanto más objetiva, mostrando a la hacienda porfiriana como una empresa capitalista, completamente heterogénea, dependiendo de la ubicación geográfica de la misma.

Bibliografía.

- Gilly, Adolfo, La Revolución interrumpida, 2 ed, México, Ediciones Era, 2010.      
- Guerra, François-Xavier, México: Del antiguo régimen a la Revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1988.
- Hobsbawm, Eric, La era del imperio: 1875-1914. Disponible en Internet:
- Katz, Friedrich, La servidumbre agraria en la época porfiriana, México, Ediciones Era, 2010.
- Nickel, Herbert. J, Morfología social de la hacienda mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1996.
- Paré, Luisa, El proletariado agrícola en México: ¿Campesinos sin tierra o proletarios agrícolas?, México, Siglo XXI, 1977.
- Womack, John, Zapata y la Revolución Mexicana, 13 ed, México, Siglo XXI, 1984.





[1] En relación a esta cuestión de las condiciones sociales y laborales de las haciendas del centro de México  y del bajío principalmente desde la época colonial a la Revolución Mexicana, tenemos el breve apartado que se encuentra en la obra compilatoria de Javier Garcíadiego, Gran Historia de México Ilustrada IV, De la Reforma a la Revolución: 1857-1920, México, Planeta DeAgostoni, CONACULTA, INAH, 2001. p. 156.
[2] Sobre las modificaciones de las relaciones sociales a raíz de la modernización de las técnicas de producción agrícola  en el porfiriato, tenemos el apartado de las haciendas en la obra de François-Xavier Guerra, México: Del antiguo régimen a la Revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1988.
[3] Hobsbawm, Eric, La economía cambia de ritmo en La era del imperio: 1875-1914. Disponible en Internet: http://www.biblioteca.org.ar/libros/131834.pdf. p. 13-14
[4] Gilly, Adolfo, La Revolución interrumpida, 2ed, México, Ediciones Era, 2010. p. 16-17. 
[5] ibidem. p. 19.
[6] Nickel, Herbert. J, Morfología social de la hacienda mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1996. p. 108.
[7] Adolfo Gilly, op. cit., p. 32
[8] Herbert J. Nickel, op. cit., p. 136.
[9] ibidem. p. 138.
[10] François-Xavier Guerra, op. cit., p. 138.
[11] Womack, John, Zapata y la Revolución Mexicana, 13 ed, México, Siglo XXI, 1984.
[12] Adolfo Gilly, La Revolución interrumpida. p. 37.
[13] Paré, Luisa, El proletariado agrícola en México: ¿Campesinos sin tierra o proletarios agrícolas?, México, Siglo XXI, 1977. p. 15.
[14] ibidem., p. 17. 
[15] ibidem., p. 23.
[16] Katz, Friedrich, La servidumbre agraria en la época porfiriana, México, Ediciones Era, 2010. p. 33.
[17] Herbert J. Nickel, Morfología social de la hacienda mexicana, p. 153
[18] Sobre la historiografía relacionada a cuestiones agrarias en el porfiriato, tenemos el texto de Mauricio Tenorio Trillo y Aurora Gómez Galvarriato, El Porfiriato, México, Fondo de Cultura Económica-CIDE, 2006.

Cultura popular y cultura de masas.



El historicismo levanta la imagen
“eterna” del pasado, el materialista histórico
una experiencia única del mismo,
que se mantiene en su singularidad.
Deja que los otros se agoten
con la puta del “hubo una vez”,
en el burdel del historicismo.
Walter Benjamin


De lo popular a la cultura de masas.

Portillo Motte Óscar Augusto
FFyL-UNAM [junio 2013]

Al tratar de hacer una diferenciación entre la cultura popular y cultura de masas, es necesario en un primer momento tratar de definir a ambas, con el objetivo de aterrizar ideas y tener en cuenta consideraciones de carácter teórico que permitan delimitar ambos conceptos. En primera instancia hay que preguntarnos ¿Qué se entiende por cultura popular?; si tomamos en cuenta la explicación creada en el ámbito académico, este término podría definirse por las esferas intelectuales y eruditas como aquellas prácticas sociales que se proponen delimitar y describir conductas situadas fuera de la cultura letrada.[1] Por el momento es necesario tomar en cuenta esta vaga definición, pero ante esta situación surge una nueva interrogante que viene a desestabilizar el problema aquí planteado; se acaba de mencionar una cultura letrada, pero ¿Qué se entiende por cultura letrada?. Este término se podría analizar en una relación dialéctica con la cultura popular, debido a que esta representa directamente un antagonismo de carácter social, porque este tipo de producción cultural va dirigido hacia el consumo de las elites económicas y políticas dominantes, por lo que su producción es más refinada y especializada, siendo el resultado de un trabajo minucioso y de especialización técnica.[2]
     De esta manera es como grosso modo hemos definido en un primer momento a la cultura popular y consideramos a la cultura en general, como un producto de consumo determinado por el origen social de la misma. Entonces la cultura popular está sujeta a la producción y creación eminentemente de las clases populares o subalternas como diría Gramsci, este tipo de creación proviene directamente de los estratos sociales más bajos e implica tradiciones propias y locales, siendo esta la expresión de los grupos étnicos o minoritarios. Teniendo al folclor como elemento distintivo, la cultura popular en la sociedad moderna se distingue de otro tipo de expresiones culturales por el origen social de la misma, es decir, los portadores y creadores de esta cultura son: campesinos, trabajadores rurales, obreros industriales, desclasados, marginales urbanos, subempleados y los estratos bajos de la llamada clase media.[3]
     Sobre esto último cabe la pena mencionar la dicotomía existente entre el concepto de cultura letrada y baja cultura, bajo el análisis gramsciano de hegemonía cultural, en donde existe un proceso de directa contradicción entre ambas clases sociales, las cuales se encuentran en constante lucha en un proceso de dominación de una sobre otra.[4]
     De este modo podemos hacer una diferenciación entre el significado del concepto de cultura popular y cultura de elite; pero esta definición no basta para comprender la totalidad de este tipo de manifestaciones, que como bien se mencionó anteriormente en la sociedad moderna se volvieron cuestiones basadas en un antagonismo social. A raíz del desarrollo de las relaciones sociales de producción y de las fuerzas productivas en la sociedad contemporánea, surge otro tipo de expresión cultural sujeta a otras cuestiones, como el desarrollo del sistema capitalista a nivel global y la expansión ó masificación de los medios de comunicación (cine, radio y televisión). Teniendo como resultado el surgimiento de una industria cultural, dirigida a la sociedad de masas en ciernes, un fenómeno que es privativo del siglo XX y que prevalece hasta nuestros días.
     Adorno menciona que esta denominada industria cultural, ha transformado las formas de sociabilidad, fusionándola con el entretenimiento, creando así una depravación de la cultura misma, trasformándola en un mero objeto suntuario por medio de la reproducción mecánica de esta.[5] A través de la comercialización de la cultura y masificación como elemento de control ideológico, tenemos como resultado la denominada cultura de masas, determinada por las leyes del capital, en donde el producto cultural es fabricado esencialmente con criterios de carácter comercial y de lucro económico, penetrando de manera masiva en todas las partes del globo.[6] Con la cultura de masas podemos observar una radical transformación e inexorable desaparición de la cultura popular, cuestión que es fundamental para comprender las formas en las que se desarrollan las leyes del mercado en la actualidad, en donde se puede observar como a través de los medios masivos de comunicación y los aparatos de control ideológico del Estado, se ha llevado a la pasividad del hombre y a la dominación ideológica de este.
     Sobre un esquema vertical es como podemos situar a la cultura de masas, debido a que esta es una imposición de carácter ideológico de la clase dominante, sobre las clases bajas. En donde a través de la idea de homogenización de la sociedad se vende un discurso (más allá que un producto), creando así una sociedad de consumo. Por el contrario la cultura popular tiene un esquema horizontal, en donde a través del folclore y la tradición se crea un sentido de pertenencia a un determinado grupo o sector social, transformando a la cultura local o regional en un elemento de unidad popular y si queremos denominarlo así, hasta de resistencia.[7] Ante el sistema económico actual y su imposición ideológica, tenemos que la cultura de masas representa el peor enemigo de la cultura popular, pues el contenido de esta, transmitido por los medios masivos de difusión, permiten que se forje una falsa idea de identidad y un proceso de aculturación e integración en las masas alienadas.[8]
     Ya que por medio de la ideología dominante y de la despolitización de diversos factores, como la economía y la política, hemos venido observando como en las últimas décadas, la sociedad en general atraviesa por un proceso en donde el sistema capitalista ha impuesto como forma ideológica global el multiculturalismo, que en palabras de Slavoj Zizek, es la homogenización del mundo actual.[9]
      A través del análisis de todos estos conceptos y su explicación teórica, nos hemos aproximado a la función de la cultura en la sociedad actual. Pero estas definiciones solamente se quedan en un universo teórico y de las ideas; y lo importante aquí es analizar como se aplican todos estos postulados en la cotidianidad. Actualmente vivimos en una sociedad de consumo masivo de bienes, en donde a través de la televisión, la radio, el cine, la prensa y en última instancia el internet, se difunden ideas y manifestaciones de carácter cultural, en donde se puede observar un claro discurso de dominación e imposición ideológica. Claramente esto es algo que pasa desapercibido por la mayoría de las personas, a la cuales se les está vendiendo una forma de cultura completamente procesada y dictaminada por valores ajenos a ellos. Este es un fenómeno que podemos observar en prácticamente todos los aspectos de la vida diaria, como la política, la economía, el arte, la literatura, la historia, el cine, la música, etc. Un fenómeno del que todos formamos parte, incluso los individuos más críticos de la sociedad. Inevitablemente este es un problema en el cual todos hemos estado inmersos, conciente o inconcientemente.
     Seguramente muchos de nosotros hemos recibido y consumido esta cultura de masas, eso es completamente innegable, pero tampoco podemos negar el avance de esta sobre la cultura popular. Y no hace falta revisarlo en los libros para darnos cuenta de cómo ciertas formas o expresiones populares han ido desapareciendo poco a poco. El ejemplo más claro lo podemos observar en la imagen que la misma sociedad se ha formado a través de la masificación de la cultura, en donde predominan valores estéticos y éticos completamente ajenos a los de un lugar o una región determinada.  O simplemente uno de los ejemplos más claros de este fenómeno, en donde la cultura de masas retoma aspectos propios de la cultura popular, dándoles otro significando y sometiéndolos a las leyes del mercado; esta cuestión es una característica esencial de la cultura de masas, la cual se apropia de símbolos y significados propios del pueblo o las clases bajas. Por medio de esta resignificación de los símbolos e iconos populares, el capital comercializa con la imagen del pueblo, vendiéndole su propia cultura, que en ocasiones crea un fetichismo sobre la misma mercancía, una cuestión enajenadora de las masas y una característica de estos tiempos.
     A manera de conclusión quisiera emitir mi opinión con respecto al discurso y a la lógica liberal, ante la avanzada que está cometiendo en el plano ideológico y cultural y el papel de las humanidades; como historiadores tenemos la obligación de rescatar lo popular a través de la historia, porque el historiador debe estar completamente conciente de la crisis cultural por la que se atraviesa actualmente, es por eso que debemos escribir una historia que en verdad sea útil y pragmática, asumir una responsabilidad y una posición ante los embates de la economía capitalista actual. De aquí, creo yo que se encuentra la verdadera función social de nuestra disciplina; el historiador debe estar completamente conciente de la realidad actual y por medio de la teoría y la práctica debe tratar de transformar el mundo, ya sea a través de las aulas, los libros ó la acción. Tenemos la obligación de rescatar todo aquello que la cultura comercial está haciendo que se pierda, retomar como fuente de nuestras investigaciones la antigua cultura oral, festiva y folclórica, esa misma cultura que al mismo tiempo fue creadora, plural y libre y lo más importante, tratar de empaparnos de ella, no distanciándonos del mismo pueblo que la crea.


Bibliografía.

- Adorno, Theodor W. Dialéctica de la ilustración, Madrid, Akal, 2007.
- Blanco, Óscar, Domine, Marcela [et. al], Cultura Popular y Cultura de Masas. Conceptos, recorridos y polémicas, Argentina-México, Paidós, 2000.
- Chartier, Roger, Sociedad y escritura en la edad moderna. La cultura como apropiación, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1995.
- Colombres Adolfo (comp.), La Cultura Popular, Puebla, Premia Editora de Libros, 1982.
- Zizek, Slavoj, En defensa de la intolerancia, Madrid, Sequitur, 2012.
    




[1] Chartier, Roger, “ ‘Cultura Popular’: Retorno a un concepto historiográfico” en Sociedad y escritura en la edad moderna. La cultura como apropiación, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1995, p 121.  
[2] Stavenhagen, Rodolfo, “La cultura popular y la creación intelectual” en Colombres Adolfo (comp.), La Cultura Popular, Puebla, Premia Editora de Libros, 1982, p 25.
[3] ibidem p 69
[4] Blanco, Óscar, Domine, Marcela [et. al], Cultura Popular y Cultura de Masas. Conceptos, recorridos y polémicas, Argentina-México, Paidós, 2000, p 37-38.
[5] Adorno, Theodor W. “La industria cultural” en Dialéctica de la ilustración, Madrid, Akal, 2007, p 153.
[6] Colombres Adolfo, La Cultura Popular… p 25-26.
[7] ibid p 9.
[8] Ibid p 8.
[9] Zizek, Slavoj, “La tolerancia represiva del multiculturalismo” en En defensa de la intolerancia, Madrid, Sequitur, 2012, p 56.