Revolucionarios,
pacíficos y bandidos.
Justicia y Ley dentro del Zapatismo: 1914-1915
Portillo Motte Óscar Augusto
FFyL UNAM - INEHRM
enero de 2016
Introducción
La
ponencia que presentaré a continuación tiene como objetivo mostrar un panorama
inicial sobre la relación del ejército zapatista con la población civil del
estado de Morelos, durante los años 1914-1915, etapa en la que el movimiento
revolucionario del sur tuvo una notable influencia y control dentro de ese territorio;
un periodo conocido por la historiografía como La Comuna de Morelos. Sobre esta línea temporal explicaremos cuales eran
las políticas rectoras de disciplina y orden impuestas por el Cuartel General,
para combatir un problema que surgió desde el inicio de la revolución en
Morelos en 1911, que fue el bandolerismo y los crímenes perpetrados por el
ejército rebelde contra la población civil, primero contra las elites
representantes del régimen porfirista y posteriormente contra los pacíficos,
después de la caída del régimen hacendario en 1914. A partir del estudio de los
documentos emitidos por el Cuartel General, podremos vislumbrar inicialmente
ésta problemática, la cual constituyó un grave dilema de carácter político para
el movimiento zapatista, en donde la legitimidad de la causa estaba en juego
debido a los constantes atropellos de las fuerzas rebeldes contra los
pacíficos, cuestión que Emiliano Zapata y los distintos secretarios del Cuartel
trataron de mitigar y combatir.
La pertinencia de
este tipo de estudios radica en comprender cuales eran las dinámicas en las que
el zapatismo trataba de imponer orden y disciplina dentro de sus tropas, con el
objetivo de ganar adeptos a la lucha revolucionaria y asegurar el bien de la
causa. De manera que este trabajo sirva en un futuro para comprender la visión
que tuvieron los estratos sociales más bajos sobre el movimiento zapatista, y así,
poder recuperar la experiencia de todos aquellos individuos que se mantuvieron
al margen de la revolución, quedando en medio de la guerra, en donde la
violencia generada por ambos bandos –zapatistas y constitucionalistas-, los
obligó a transferir sus lealtades y recursos, con el único de fin de sobrevivir
a la guerra civil desatada en 1914.
El presente trabajo
expone en primera instancia los motivos por los cuales los revolucionarios
promulgaron el Plan de Ayala, el cual fungió como objetivo legitimador de la
lucha que emprenderían contra el gobierno mexicano, posteriormente el aparato
de justicia y ley emanado de este documento, y los procedimientos bajo los
cuales se castigaba a los soldados que cometían abusos, finalmente se
presentarán algunos casos para ejemplificar cuales eran los procedimientos en los
que las poblaciones pedían garantías a Zapata para evitar atropellos, y como
este último, trataba de llamar al orden a sus generales para preservar el orden
y la legitimidad de la causa.
Desarrollo
Para
la historiografía de la Revolución Mexicana el movimiento zapatista ha
constituido un parteaguas para el estudio de los movimientos campesinos en la
época contemporánea, principalmente por el carácter agrario y social de su
lucha; la cual, logró aglutinar a miles de trabajadores del campo y la ciudad en
torno a las demandas proclamadas por el Plan de Ayala de 1911. Este documento,
es sin duda, una pieza clave para entender el entramado ideológico y social de
la revolución encabezada por Emiliano Zapata entre 1911 y 1919. El Plan
Libertador de los Hijos del Estado de Morelos afiliados al Ejército Insurgente
que defiende el Plan de San Luis –como también
se le conoce- fue elaborado en un contexto poco alentador para el movimiento
suriano, debido a que en los meses anteriores, cuando los campesinos de Morelos
se levantaron bajo las promesas agraristas del artículo tercero del Plan de San
Luis, los episodios de violencia encabezados por los rebeldes sureños, se
vieron dirigidos contra las élites representantes del régimen porfirista.
Esto conllevó a una dura campaña de
desprestigio contra el zapatismo, encabezada principalmente por los sectores
conservadores locales y la prensa de la Ciudad de México, en donde se tildaba a
los surianos como bandidos y criminales, a pesar de haber ayudado al
derrocamiento del sistema porfiriano en la zona centro del país. Esta ofensiva
mediática conllevó a replantear los objetivos de la lucha campesina, para
despojarse de todos aquellos calificativos que cuestionaban el carácter de su
insurrección, y ver cumplidas las promesas burladas por el otrora cabeza del
movimiento armado en México, Francisco I. Madero. Es así que a finales de
noviembre de 1911 se promulga el ya citado Plan de Ayala.[1]
El Plan de Ayala, además de contener las
directrices ideológicas de la lucha contra el gobierno mexicano, poseía dentro
de su corpus un estricto código de valores, basado en los usos y costumbres de
la sociedad campesina del centro de México; dentro de sus líneas podemos
encontrar además del objetivo legitimador y propagandístico, pieza clave de su promulgación,
un fuerte vínculo para con la sociedad campesina del estado de Morelos. Es así
que este documento, dotado de fuertes elementos de modernidad en su contenido
ideológico, fue la bandera de un grupo de hombres armados en derredor de un fin
común, la reivindicación agraria. A partir de esto –tal y como lo menciona
Salvador Rueda- el zapatismo se descubre como un grupo preocupado por cuidar el
orden social, promoviendo la justicia como propósito de la revolución,[2]
dejando ver entre claro el objeto que legitimaba su causa, en pro de los
sectores menos favorecidos de la sociedad mexicana, mediante la directriz de un
proyecto político y social formado en derredor de las necesidades históricas del
campesinado.
Parecería que a partir de 1911 la lucha
zapatista se llevaría a cabo bajo los preceptos éticos y morales impuestos por el
Plan de Ayala, pero caso contrario resultó ser, debido al colapso e ineficacia
de nuevos mecanismo del control, por lo que la anarquía y la destrucción se
difundieron rápidamente por el estado de Morelos, principalmente en aquellas
zonas donde el zapatismo tenía poco control e influencia, propiciando así, el
surgimiento de cuadrillas de bandidos.[3]
Esta razón puso rápidamente en jaque al primer jefe de la revolución Emiliano
Zapata y a la Junta Revolucionaria, por lo que rápidamente se dieron a la tarea
de emitir manifiestos encaminados a persuadir a los jefes rebeldes locales, para
exterminar a los bandoleros que tomaban el nombre de la revolución para cometer
una serie de atropellos contra la población civil.[4]
John Womack menciona que quizá uno de los
objetivos por los cuales los zapatistas estipularon como parte central de su
política interna, el restablecimiento de garantías para los pueblos, campos y
caminos, fue evitar la competencia con grupos de forajidos en lo tocante a la
venta de protección a las haciendas, muchas de las cuales no habían sido
tocadas por la revolución hasta ese momento, principalmente por los recursos
económicos que se podían extraer de ellas.[5]
Esto podría ser considerado como uno de los motivos principales, además de
tener en cuenta que dichos medios de producción, pasarían a manos de los
campesinos para cuando la revolución terminara, es por eso que Zapata advirtió
a sus oficiales en su manifiesto del 25 de diciembre de 1911, el orden y la
disciplina de las tropas a su cargo, para conseguir más adictos a la lucha que
estaban emprendiendo. Es así que desde los meses que siguieron a la
promulgación del Plan de Ayala, la obtención de haberes y pertrechos del
ejército zapatista provenía principalmente del pueblo que lo sostenía.[6]
De esta manera el bandolerismo era
considerado por el zapatismo como un acto de disolución social, practica que
era contraria a las leyes e ideales estipulados por el grupo revolucionario del
sur, por lo que no fueron tolerantes con la delincuencia y en ocasiones, la
justicia llegó a caer sobre los hombres que traicionaban dichos preceptos.[7]
En lo que concierne al aparato de justicia interno, Salvador Rueda menciona que
los procedimientos penales seguían los lineamientos acostumbrados de la
jurisdicción liberal del siglo XIX, prosiguiendo de la siguiente forma:
consignación escrita de la queja, citatorio de los involucrados, careos,
declaraciones en acta levantada, investigación, diligencias y resolución del
problema.[8]
Muchos de los documentos que conciernen a este aparato de justicia del
zapatismo, afortunadamente se encuentran compilados en los archivos, en donde
podemos observar que a partir de la creación del Cuartel General Zapatista, a
finales de 1913, la organización del Ejército Libertador del Sur se profesionalizó,
centralizando así la autoridad bajo la cual los distintos jefes locales y
autoridades civiles debían someterse, esto agilizó de cierta manera el control
de las tropas en el área de influencia zapatista.
El Cuartel General tal y como se puede
observar en los archivos, tenía la función de un órgano de gobierno, legislando
las necesidades que surgían dentro de las comunidades y los grupos guerrilleros,
imprimiendo dirección y organización al movimiento revolucionario, por lo que muchos
de los documentos que conciernen a la disciplina de la tropa, se encuentran
mejor organizados a partir del año de 1914, fecha en la cual el zapatismo ayudó
a derrocar junto con las fuerzas del norte al gobierno de Victoriano Huerta.[9]
Para los años de 1914-1915, el zapatismo ya constituía una fuerza política que
mantenía bajo su mando el estado de Morelos y algunos territorios de los
estados circunvecinos, por lo que pudo aplicar eficazmente un control sobre las
decisiones que se tomaban bajo su territorio, es decir, controlaba la
producción de las haciendas que no habían sido destruidas en años anteriores, obteniendo
ganancias que se destinaban principalmente para continuar con la guerra, instauración
de autoridades civiles en los puestos de gobierno, ayuda y pensiones para los
huérfanos y viudas de la revolución.[10]
Con esto podemos entender que durante los
años en los que el zapatismo controló el estado de Morelos, continuaba
persiguiéndose la misma línea bajo la cual había sido promulgado el Plan de
Ayala, a pesar del panorama nacional, en donde la ruptura con el
Constitucionalismo, provocó nuevamente inestabilidad entre los grupos
revolucionarios; aún con todo esto, el zapatismo continuó con la administración
de los asuntos políticos, económicos y sociales que constituían parte de su
política interna.[11]
Laura Espejel menciona que esta denominada
política interna funcionaba en relación con los intereses primordiales de las
comunidades, las cuales eran gestoras de la fuerza armada y pilares
primordiales de la lucha;[12]
por eso mismo, era parte imprescindible de la agenda zapatista mantener buenas
relaciones con los denominados pacíficos, principalmente para consolidar la
ayuda recíproca entre ambas partes. Como se puede observar, buena parte de la
legitimidad que gozaba el zapatismo provenía de esta cuestión, pues como grupo
revolucionario esas eran principalmente sus tareas para con la población;
además, como parte importante de esta administración al interior del estado de
Morelos, se encontraba la justicia, elemento primordial de las relaciones entre
ambas partes, pues la revolución del sur representó la autoridad en su
territorio durante los meses en los que el gobierno de la Convención pudo
mantenerse, antes de la derrota ante el Constitucionalismo.
Cuidar el prestigio de la
causa resultaba imprescindible, por lo que se precisaba mantener un estricto
control sobre el ejército, con el objetivo de cuidar y mantener la imagen del
verdadero revolucionario; cuestión que resultó ser bastante compleja, debido a
que no muchos efectivos del Ejército Libertador del Sur seguían al pie de la
letra los preceptos del Plan de Ayala, ni de los distintos manifiestos
encauzados a preservar el orden y la disciplina.
Dentro de los archivos del Ejército
Libertador del Sur salen a la luz decenas de documentos que nos muestran cual
era la cotidianidad que se vivía dentro de la zona zapatista, en donde las
tropas revolucionarias abusaban de las poblaciones que encontraban a su paso, a
pesar del intento de Zapata y sus principales jefes por contener los abusos
contra los pacíficos. En una carta del 30 de octubre de 1914, el coronel Vides
Barona comunica al general en jefe, llamar la atención de los hombres del
general Modesto Rangel, quienes cometieron una serie de abusos en el pueblo de
Chiltepec, Edo, de México, en donde quemaron y robaron cultivos, asaltaron
casas e injuriaron a la población. Ante esta situación, se le pide a Zapata
intervenir en nombre del pueblo, con el objetivo de que Rangel y sus hombres no
cometan abusos ni mancillen la honra de la revolución.[13]
En otras situaciones, el secretario del
Cuartel General o el mismo Zapata, exigen la reparación del daño o que se
presente al culpable ante las autoridades revolucionarias, las cuales, a través
de un juez militar, se encargarían
de dictaminar la sentencia contra los abusivos. Por medio de estas cartas
provenientes desde las distintas plazas ocupadas por el Ejército Libertador del
Sur, se le hacía saber a la cabeza rectora del movimiento cual era la situación
de esas localidades y la forma en la que debían actuar ante este tipo de
sucesos. La forma de proceder para este tipo de circunstancias, como bien ya se
ha mencionado, era el traslado del prisionero, el cual recibía sentencia en
base a la gravedad del delito cometido; pero lo cierto es, que en ocasiones la
justicia llegaba por parte de los jefes guerrilleros, quienes no esperaban que
la sentencia al criminal fuera dictada por el Cuartel General y actuaban por
cuenta propia;[14] el castigo
para el delito de homicidio era la muerte, y para lo menos graves
encarcelamiento o castigo físico.[15]
Muchos de los desmanes cometidos por los
elementos del ejército zapatista provocaron un fuerte conflicto en las
comunidades, sobre todo en el aspecto de la recaudación de haberes y
pertrechos, por lo que la situación de esas plazas era insostenible debido al
constante acoso y abusos cometidos por los revolucionarios contra la vida y las
propiedades de los pacíficos. Ante estos hechos las autoridades civiles y pobladores
notificaban a Emiliano Zapata de las acciones cometidas por la tropa contra sus
intereses, merece la pena resaltar que entre las quejas más constantes se
encontraban los asesinatos, extorsiones, robo con violencia de forraje,
alcohol, cultivos, ganado y abuso sexual. Ante estas situaciones que
complicaban la existencia de los pacíficos, las peticiones exigiendo garantías,
justicia y protección para las comunidades no se hicieron esperar. Un ejemplo de ello, son las solicitudes
enviadas desde diversos puntos ocupados por el ejército rebelde en donde se
denuncian distintos hechos violentos cometidos por los zapatistas contra la
población civil, ejemplo de ello es la carta enviada por Genaro Portillo desde
Puente de Ixtla, Morelos:
Señor General, Emiliano
Zapata, jefe Supremo de la Revolución de la República
Presente.
GENARO PORTILLO, vecino de la
Villa de Puente de Ixtla, ante usted con todo respeto vengo á exponer:
Que anoche como á las ocho de
ella, se presentó á mi casa habitación, donde tengo establecido un pequeño Tendajón;
el soldado Benjamín López, -- que pertenece a la sección del coronel Trinidad
Peralta, de las fuerzas que comanda, por aquella zona, el señor coronel
Saavedra, dicho soldado con palabras obcenas y altaneras habló a mi esposa
Magdalena Pérez, exigiéndole la venta de copas de alcohol, y porque á ello se
negó, procedió contra ella dándole de guantadas en el rostro, y al darme cuenta
de tal procedimiento y al estar yo dentro de la casa, salí á pedir auxilio á
las autoridades á quienes en esa hora me fué difícil encontrar: en ese tiempo
yo perdía sin ningún éxito, llegaron otros soldados de la misma Sección y se
llevaron de mi casa para el Cuartel á mi citada esposa, con el fin de violarla
a todo placer con los instintos que abriga la gente que carece de sentimiento
decorosos: mi referida esposa se quejó para ante el Señor Coronel Peralta,
mediando en ello las súplicas de un niño de la edad de siente años, lo que
bastó para dejarla en libertad.
Señor General: Usted es
nuestro protector concediéndonos garantías en nuestras personas, hogares é
intereses, para que vivamos con libertad gozando de entera pacificación y por
lo mismo vengo ante la reconocida justificación de Usted á pedirle con
encarecimiento, se digne decretar nó se sigan cometiendo abusos y vejaciones de
tal naturaleza conmigo y mi familia, pues es bien triste y de lamentar que un
esposo presencie ó llegue á su conocimiento se cometan actos impúdicos con su
esposa. En mi humilde concepto creo no le será á Usted enojosa mi queja desde
el momento en que disfruto de la garantía de ser libre para quejarme en la
actualidad, así mismo entiendo que antes de hoy no se nos atendía en justicia,
porque no eramos oídos por ninguna de las autoridades pasadas.
Libertad justicia y Ley
6 de noviembre de 1914, Puente
de Ixtla, Morelos.
Génaro Portillo [Rúbrica][16]
Ante estas
situaciones el Cuartel General expedía garantías para los quejosos y encomendaba
a los jefes locales el control de sus tropas, con el objetivo de prevenir
futuros desmanes y así asegurar el futuro de la causa. Incluso los mismos
líderes locales, enviaban a Zapata solicitudes para aprehender a elementos que
cometían abusos contra sus compañeros de armas. Estos militares denunciaban
constantemente el desconocimiento de la causa por sus correligionarios, ya que
los mismos se dedicaban a aterrorizar a las poblaciones que encontraban a su
paso, cometiendo saqueos y los crímenes anteriormente mencionados, cuestión que
obligó a la cabeza rectora del movimiento a emitir llamados al orden hacia sus
subalternos, por citar un ejemplo,
tenemos el mensaje de Emiliano Zapata dirigido al general Francisco V. Pacheco
en donde le pide:
Esta superioridad tiene
conocimiento de los constantes saqueos que á llevado a cabo el coronel Julian
Gallegos y su tropa, pidiendo mencionarle el saqueo de una tienda de abarrotes
y de una zapatería en San Angel.
Como estos abusos constituyen
una gran responsabilidad para el coronel Julián Gallegos, recomiendo a usted se
sirva llamarlo al orden con energía para que ponga remedio a estos abusos, y nó
permita que su gente cometa estos atentados; pues usted bien sabe que estos
abusos desprestigian nó solamente a usted, sino a la revolución en general, y
esto, de ninguna manera debemos permitirlo, lo que hago saber a usted para su
conocimiento y gobierno.
Reforma, Libertad, Justicia y
Ley.
Cuernavaca, febrero de 1915
Por el general Emiliano
Zapata, jefe supremo del Ejército Libertador.
[Rúbrica][17]
A pesar de todas estas indicaciones merecedoras
de sanciones para los soldados abusivos, la justicia pocas veces llegó para
aquellos civiles que fueron victimas de acciones depredatorias, ya que la única
sanción que se daba en muchos casos a los bandidos, era el llamado al orden y a
la disciplina impuestos por el Plan de Ayala; cuestión que a la larga iría
provocando incertidumbre, inseguridad, desconfianza y malestar de la población
civil hacia el ejército zapatista, sobre todo a partir del año de 1915, cuando
los recursos comenzaron a escasear y se libraba la guerra contra el
constitucionalismo.[18] Cabe la
pena mencionar que muchos de estos delitos, se practicaban bajo total impunidad
y solapamiento de algunos jefes rebeldes hacia sus subalternos, cuestión con la
que el Cuartel General no podía lidiar del todo. Sobre ésta problemática,
Felipe Ávila explica que quizá una de las causas que propiciaron el
encubrimiento de estas prácticas delictivas, fue la red de lealtades y
complicidad forjada dentro del ejército rebelde, la cual provocó una intensa
competencia por los recursos materiales cada vez más escasos, aumentando así, las
rivalidades dentro del mismo bando, obstaculizando la eficacia por llevar a los
abusivos ante las autoridades, cuestión que fue base para una serie de problemas
y contradicciones dentro del movimiento.[19]
Esta lucha por la sobrevivencia como hemos
visto, se vio reflejada en una dinámica de prestamos forzosos por los
zapatistas y resistencia por parte de las comunidades que sostenían al
movimiento, pero también es importante hablar de las motivaciones de estos
individuos para actuar de esta manera contra las poblaciones que habían jurado
defender. Es claro que muchos de ellos, motivados por un deseo de venganza y remuneración
económica, se unieron al movimiento desde un principio, ya que la violencia
emanada por la revolución era el vehículo perfecto para satisfacer sus
necesidades más inmediatas, a expensas de la sobrevivencia de otros individuos,
que después del año de 1914 con la desaparición del régimen hacendario, serían
los campesinos del estado de Morelos. Otro factor que quizá podría
considerarse, es el sentimiento de que Emiliano Zapata y su programa no les proveía las recompensas
necesarias, por esta razón el bandidaje proliferó en muchas zonas alejadas del
centro de mando, sobre todo cuando dichos individuos desconocían la causa y
sólo se dedicaban a aterrorizar a las poblaciones.[20]
Pero quizá el motivo que más resalta y más se ha hecho notar, es que a partir
de la desaparición de los aparatos de control estatales impuestos por el
régimen porfirista y el monopolio de la violencia controlado por el Ejército Libertador
del Sur a partir del año de 1914, provocó que muchos de los alzados se
sintieran con la legitimidad de efectuar todos estos abusos contra los
pacíficos, sobre todo en el aspecto de recolectar haberes para continuar con la
revolución, en donde salieron a la luz una serie de patologías destructivas encaminadas
a acciones violentas, cuestión que como hemos visto provocó una serie de
conflictos y tensiones al interior del aparato estatal impuesto por el
zapatismo en su área de influencia.
Conclusiones.
En conclusión, a partir de las ideas expuestas en
este breve ensayo, podemos tener una idea a partir de las fuentes consultadas, sobre
cual era la situación en la que vivieron las poblaciones que estuvieron bajo el
área de influencia del zapatismo durante los años 1914-1915. Si bien, esto no
constituye un trabajo completo, los resultados obtenidos hasta el momento nos
pueden ayudar a vislumbrar cual era la relación del movimiento zapatista con
los pacíficos; un nexo que como hemos visto tuvo sus altibajos, consecuencia de
los constantes abusos perpetrados por miembros del Ejército Libertador, los
cuales generaron una violencia endémica que partía inicialmente de la escasez
de recursos para continuar con la revolución. Esto sin duda es pieza clave para
comprender el desarrollo de la lucha del zapatismo en los años posteriores a
1915, en donde la legitimidad del movimiento no decayó del todo, pero como
consecuencia de la insuficiencia de haberes para continuar con la causa, fue
casi imposible para el zapatismo mantener una zona de control fija ante los
embates del ejército Constitucionalista.
Sin duda esta clase de trabajos nos pueden
ayudar a comprender cual era la cotidianidad que vivían las comunidades y sus
habitantes en un entorno de guerra, en donde la violencia se hacía presente en
cada momento; es así que para tener una visión más completa del movimiento
zapatista, es necesario echar mano de los testimonios de todos aquellos hombres
y mujeres que se mantuvieron al margen o participaron en la revolución, con la
intención de tener un panorama más amplio que nos permita acercarnos de manera
objetiva al día a día de un movimiento social como lo fue la revolución
mexicana. Es así que mediante el estudio de los archivos zapatistas y la
historia oral, podemos tener una aproximación más a fondo sobre las
contradicciones que surgieron dentro del zapatismo, las cuales no se basaban en
un antagonismo de clase, sino en la lucha por la sobrevivencia de las clases
subalternas, las cuales, ante la inseguridad sobre su propia vida y sus
intereses materiales, forjaron una resistencia que afectó las relaciones entre
ambas partes, a pesar de los intentos del Zapata y sus principales jefes por
conducir la revolución por el camino del orden y la justicia.
[1] Francisco Pineda Gómez, La irrupción zapatista, México,
Ediciones Era, 1997, p. 192-193.
[2] Salvador Rueda Smithers,
“Hacia una relectura del Plan de Ayala” en Edgar Castro Zapata y Francisco
Pineda Gómez (Comps.), A cien años del
Plan de Ayala, México, Ediciones Era – Fundación Zapata y los herederos de
la revolución A.C., 2013, p. 31.
[3] Alan Knight, La Revolución
Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 467.
[4] John Womack, Zapata y la Revolución Mexicana, 13 ed,
México, Siglo XXI, 1984, p. 117.
[5] ibidem, p. 128.
[6] ibidem
[7] Rueda, op cit, p. 43
[8] ibidem, p. 42
[9] Laura Espejel López, El Cuartel General Zapatista: 1914-1915,
Documentos del Fondo Emiliano Zapata del Archivo General de la Nación, v. 1, México,
Instituto Nacional de Antropología e Historia, p. 23. (colección fuentes).
[10] ibidem, p. 24.
[11]Laura Espejel, Salvador
Rueda Smithers, El programa político zapatista, México, Seminario de movimientos campesinos del siglo XX, Dirección de
Estudios Históricos – Instituto Nacional de Antropología e Historia, s. a, p.
9.
[12] ibidem, p. 5.
[13] El coronel Vides Barona
solicita a Emiliano Zapata que se llame la atención a los Coroneles Modesto
Rangel y Severo Vargas, 30 de octubre de 1914, Archivo General de la Nación,
caja.1, exp. 22, f. 71
[14] El general Everardo
González comunica a Manuel Palafox la aprehensión y fusilamiento de un hombre
del general Jesús Cázares, quien asesinó a un pacífico, Chalco, 15 de enero de
1915, Archivo General de la Nación, caja. 4, exp. 1., f.39
[15] Rueda, op cit, p. 38.
[16] Genaro Portillo pide
garantías a Emiliano Zapata para que cesen los abusos contra él y su familia, 6
de noviembre de 1914, Archivo General de la Nación, caja. 2, exp. 1, fs. 41-42,
Franciso Reyes, presidente del Pueblo de Cuijingo Edo. de Méx, se queja ante
Emiliano Zapata de atropellos de jefes revolucionarios, 23 de octubre de 1914, ibidem, caja 1, exp. 22, fs. 38-39,
Guadalupe Figueroa denuncia al soldado Pedro Balbuena por asesinato, 2 de
febrero de 1915, ibidem, caja 4, exp.
2, f. 182, Jesús Sánchez y cuatro firmantes más denuncian robo de ganado por el
coronel Julio Pineda, 6 de febrero de 1915, ibidem,
caja 5, exp. 1, f. 19
[17] Emiliano Zapata pide al
general Francisco V. Pacheco llamar al orden a las tropas del coronel Julián
gallegos, quienes cometen saqueos en el Distrito Federal, 19 de febrero de
1915, Archivo General de la Nación, caja 5, exp. 3, f. 118,
[18] Juan Carlos Vélez Rendón, Expresiones de desacato y malestar en un
entorno de guerra. Autonomía y protesta civil en el sur y centro de México.
1913-1917, Universidad de Antioquia – El Colegio de México, Historia
Mexicana, V. LXIII, Núm, 1, 2013, p. 230.
[19] Felipe Avila, “Los conflictos
internos del zapatismo”, en Horacio Crespo (Coord), Historia de Morelos. Tierra, Gente, Tiempos del sur, México,
Congreso del Estado de Morelos – UAEM, 2011, p. 341
[20] Samuel Brunk, The Sad Situation of Civilians and Soldiers:
The Banditry of Zapatismo in The Mexican Revolution, The American
Historical Review, v. 101, No. 2, abril 1996, p. 350
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