martes, 10 de diciembre de 2013

Movimiento Obrero.


La Confederación de Trabajadores de México y el Estado Cardenista. (1936).

Portillo Motte Óscar Augusto
[FFyL-UNAM diciembre de 2013]


Introducción.

La lucha por la reivindicación de las demandas obreras en México ha sido una constante durante todo el proceso de conformación de una industria mexicana y del proletariado como clase social, si bien esta es una clase en consolidación para el periodo que estamos dispuestos a abordar en esta investigación, debemos tomar en cuenta la importancia política, económica y social que ha representado en la historia del México contemporáneo. Ya que ha sido un actor clave en todos los procesos políticos a partir de la Revolución Mexicana y específicamente en el nuevo Estado revolucionario de los años veinte, quien junto al campesinado representó una base social de apoyo para el grupo en el poder.
     En esta investigación se plantea llevar a cabo un análisis de los procesos políticos más transcendentales en la historia del movimiento obrero mexicano, tomando como referencia los años treinta del siglo XX, una época de efervescencia política y social en donde el proletariado se vio favorecido por las políticas sociales del régimen cardenista en consolidación, cuestión que permitió una vinculación entre el Estado Mexicano y la clase obrera. Partimos del supuesto de que estas condiciones permitieron el asenso de organizaciones sindicales que iban en contra de la política oficial que antecedido al cardenismo, representada por el callismo y la CROM. Esto permitió que en esta época el movimiento obrero pudiera consolidarse, mediante la creación de sindicatos y organizaciones encargadas de defender al proletariado, en la lucha por sus reivindicaciones políticas y económicas como clase social. Sin embargo todos estos ensayos de unidad sindical estaban bastante dispersos y sólo cubrían a una cierta parte de los trabajadores, es por eso que las condiciones políticas del momento determinaron las condiciones para la creación de un organismo único, el cual aglutinaría a todas las fuerzas sindicales existentes en México en ese entonces: La CTM.

Desarrollo.
     La creación de una confederación única de trabajadores mexicanos, constituye la culminación de un desarrollo histórico que tuvo sus orígenes en el siglo XIX, debido a los procesos de industrialización llevados a cabo en este país, los cuales permitieron el nacimiento y la consolidación de la clase obrera mexicana. México es un país inminentemente agrario, pues su misma evolución histórica ha permitido que la economía de este país se base principalmente en la producción agrícola; no es sino hasta la modernidad, cuando a partir de la revolución industrial, podemos observar una expansión y tipificación de los centros fabriles, acordes a los nuevos tipos de producción en esa época. Además del campesinado, el proletariado ha formado parte de los principales movimientos sociales de México en el siglo XX, como es el caso de la Revolución Mexicana. A raíz de esto la clase obrera se pudo consolidar como un sector de presión social ante la formación del nuevo Estado revolucionario, por ser uno de los puntos de apoyo del grupo en el poder.
     Con la ruptura del grupo Calles-Cárdenas que culminaría con el exilio del Jefe Máximo de la Revolución, el gobierno cardenista en formación necesitaba una base de apoyo para consolidarse en el poder, es por eso que a mediados de la década de los treinta del siglo XX, podemos observar una estrecha vinculación de intereses entre el gobierno y el movimiento obrero. En este periodo podemos observar la ascensión y el desarrollo orgánico de la clase obrera mexicana, debido a que el mismo régimen estaba en posibilidad de dar continuidad al desarrollo capitalista, imprimiendo en el país un sello particular de desarrollo social. Las condiciones del momento permitieron que el movimiento obrero encontrará una vía, para lanzarse a la lucha de reivindicaciones políticas y económicas, con una posible alianza con el Estado.[1] Tras una tradición de organizaciones obreras en el país, la creación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), no es una espontaneidad, debido a que desde años anteriores existían en México organizaciones obreras que aglutinaban a una gran cantidad de trabajadores en sus filas, como es el caso de la CROM. En estos años podemos observar un proceso de ruptura con aquellas poderosas organizaciones obreras al servicio del grupo en el poder, y desde años antes de la formación de la CTM encontraremos organismos dedicados a la defensa del proletariado mexicano, como es el caso de la CGOCM, la CSUM y los grandes sindicatos de industria (Minero, Ferrocarrilero y Electricista). Si bien para este momento encontramos una estrecha relación entre el movimiento obrero organizado y el Estado Mexicano, debemos considerar a este periodo como un proceso de ruptura o de transición en la vida política nacional, al ser un momento en el cual las organizaciones de masas y la política oficial se encontraban fuertemente vinculadas en intereses y reivindicaciones para la clase trabajadora. Por ser una etapa en donde surge el presidencialismo como forma de gobierno, en donde el presidente de la república ejercía un poder a tales magnitudes, que le permitió una coalición con el movimiento obrero y campesino, lo que provocó que estos sectores sociales se afiliaran a la política oficial del régimen, en el marco de un proyecto de desarrollo nacionalista.
     La forma en la que se van tejiendo todos estos hilos durante los primeros años del Cardenismo, ayudaron a fortalecer la estructura hegemónica del Estado mexicano, que se desarrolló en los años subsecuentes en la política oficial, donde el presidente de la república era un mediador en las relaciones capital-trabajo para consolidar las bases populares del régimen. De esta manera podemos observar como durante los primeros años de Lázaro Cárdenas en la presidencia de la república, este último se convierte en árbitro de las disputas entre el sector empresarial y la clase obrera; citando el caso de Monterrey como un ejemplo, cuando el presidente opta por favorecer las demandas surgidas por los trabajadores que se habían emplazado en una huelga. En este caso Cárdenas favorece los intereses de los trabajadores en aquel conflicto obrero-patronal.[2]
     Siguiendo esta cuestión podemos observar que de 1934 en adelante hay un cierto favoritismo por parte del gobierno mexicano por el cumplimiento de las demandas de la clase trabajadora, cuestión que significa una ruptura directa con los últimos resabios del callismo y con la hegemonía sindical de la CROM de Luis N. Morones. Sobre esto último podríamos caracterizar al sexenio cardenista como un reacomodo de las estructuras políticas del régimen posrevolucionario, en donde imperaba la necesidad de consolidar bases sólidas que ayudaran al nuevo gobierno en formación, a definirse y separarse políticamente del periodo que le había antecedido: El Maximato. Si bien la decadencia de la CROM había comenzado algunos años antes de la llegada de Cárdenas a la presidencia, es importante considerar la importancia que esta continuaba ejerciendo en las organizaciones sindicales de la época y la inminente amenaza política que representaba para el régimen en turno. Por esta cuestión era completamente necesario fortalecer el movimiento obrero con una alternativa diferente a la que la época ofrecía.
     Un año antes de la llegada de Cárdenas al poder se forma la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), surgida de la depuración cromista, alentada por Vicente Lombardo Toledano, con el objetivo de separarse de aquel organismo sindical corrompido por la corrupción que generaba su afiliación al partido oficial y al grupo en el poder. Esta organización puede ser considerada como un antecedente directo de la CTM, pues surge de una formación heterogénea y con el signo independentista del poder estatal. Esta organización llevaría a cabo cuatro acciones importantes durante su corta existencia: reorganización del movimiento obrero y auge de la lucha sindical, constitución de un frente importante contra la línea obrera de Calles, participación en el Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP)y ser antecesora de la CTM.[3] A partir de este periodo podemos observar el debilitamiento del corporativismo y la paulatina descomposición del control obrero más poderoso de esa época, para abrir paso a otras formas de organización de los trabajadores y la desaparición gradual de inminentes enemigos políticos.
     Por lo tanto a partir de esta época empezamos a ver el surgimiento de organizaciones proletarias favorecidas por el mismo Estado, pero no debemos considerar que la relación de estas organizaciones sean producto directo del auspicio del gobierno mexicano, sino como un resultado de las condiciones políticas del momento, las cuales determinaban las políticas necesarias para la creación de organizaciones de este tipo; este sería el contexto histórico, político y social bajo el cual se puede enmarcar el surgimiento de la CTM. Si bien el gobierno mexicano favorecía la creación de las organizaciones sindicales, es importante analizar cuales fueron esos alicientes que impulsaron a hombres como Vicente Lombardo Toledado y compañía, a formar alianzas con el grupo político en el poder.          
     En un primer aspecto cabe mencionar la cuestión ideológica, la cual está fuertemente vinculada a la acción de muchos de estos hombres que fueron pioneros en la lucha sindical. El marxismo y en segunda instancia el anarquismo, fueron dos factores ideológicos de gran importancia dentro de la lucha del proletariado en México, de los cuales podemos rastrear sus orígenes incluso antes del inicio de la fase armada de la Revolución Mexicana, el caso de los hermanos Flores Magón es un ejemplo claro. Estas ideologías permearon de manera directa en muchos de los líderes sindicales, y fueron un fuerte aliciente para la conformación de la conciencia de clase dentro del movimiento obrero mexicano. Para el periodo que estamos abordando este factor es muy importante, debido a que hombres como el ya citado Lombardo Toledado expresaban una ideología marxista, bajo la cual podemos entender muchas de las acciones realizadas a lo largo de su vida. Por ello hablar de la ideología de lo que sería la CTM a partir del año de 1936, sería hablar del plano ideológico de su fundador, Lombardo Toledano.
     Para él la concepción del marxismo fue una base rectora la cual guiaría los caminos de organización de la lucha obrera y sería la emancipación del proletariado del sistema capitalista, pero para ello habría que pasar por algunos estadios antes de conquistar estos objetivos, uno de ellos era la alianza política con el mismo Estado, de aquí podemos entender muchas de las cuestiones que realizaría la CTM al consolidarse como la central obrera más poderosa de este país en los años treinta. Esta cuestión iba encaminada a apoyar gobernante en turno, así sólo fuera en los aspectos positivos de su política; partiendo de la idea de que todos los gobiernos de México, desde 1910 procedían de un mismo movimiento libertador y que por lo tanto todos habían de ser revolucionarios. Por esta cuestión no resultaría extraño que la CTM en el momento de su creación se declarara cardenista, considerando muchos de los aspectos que anteriormente hemos mencionado, ya existían motivos poderosos como la postura del presidente con el movimiento obrero.[4]
     Siguiendo con esta cuestión es importante analizar el factor de las luchas que se libraban en el campo ideológico en esa época, la cual se situaba en un periodo de reestructuración de los sistemas políticos y económicos a nivel mundial, donde los países más importantes del mundo atravesaban por un proceso de reajuste político después de la gran depresión de 1929, la cual permitió el asenso de ideologías de corte fascista. Ideologías que eran consideradas en la época como un peligro inminente, por ser completamente contrarias al comunismo y al liberalismo democrático. Es por eso que en lo referente a la toma de una postura ideológica, al gobierno mexicano y al movimiento obrero, correspondía tomar partido ante el asenso y consolidación de regimenes totalitarios en Europa. Por esta razón  la clase obrera mexicana a través de sus dirigentes dejan marcada claramente una cuestión, el rechazo total ante las ideologías de extrema derecha que se propagaban con gran rapidez alrededor del mundo; y México no podría ser la excepción, con la creación de grupos de choque como Los Camisas Doradas. Este último aspecto es importante para el proceso de conformación de la CTM, sobre todo en cuestiones de carácter ideológico ante los procesos políticos acaecidos en ese momento a nivel mundial, estas circunstancias históricas determinaron que en la declaración de principios de la CTM se tomara en cuenta este aspecto.[5]
     Para el año de 1936 finalmente se lleva a cabo el congreso constituyente de la Confederación de Trabajadores de México, un evento realizado con la finalidad de conformar una central obrera que reivindicara las demandas del proletariado bajo un solo frente de lucha. Si bien tenemos la experiencia previa de la CGOCM, el CSUM, el CNDP y los grandes sindicatos de industria; el objetivo de la formación de la CTM es el aglutinamiento de todas estas fuerzas políticas bajo una sola directriz. Si bien las organizaciones sindicales mencionadas anteriormente habían sido elementos cruciales dentro del movimiento obrero organizado, estas solamente reivindicaban dentro de sus planes de acción demandas particulares, que fraccionaban al mismo movimiento. Estos ensayos de unidad sindical posteriores a la desintegración de la CROM y previos a la CTM, se caracterizaron por ser uniones que no constituyeron la unidad parcial del movimiento obrero mexicano. Pues estos últimos habían abarcado sólo a determinados núcleos obreros y persistía la dispersión; por tanto, estos intentos no fueron tan exitosos y durables como pudieron haberse esperado en ese momento, por eso la convocatoria a una unidad era un acontecimiento sin precedentes y constituía la meta de un esfuerzo trascendental.[6]
     La celebración del evento tendría lugar entre los días 21 y 24 de febrero de 1936 en el Estadio Nacional, al cual se le llamaría Congreso de Unificación Proletaria, en donde cada organización local, regional, y sección de un sindicato nacional de industria y cada comunidad agraria estaría representada por tres delegados y el voto sería proporcional al número de trabajadores representados.[7] Esta unificación llevaría, entre otras cosas, ventajas traducibles en mejores contratos de trabajo, ampliación de la educación sindical y preparación para el manejo de las fábricas “para poder adueñarse de las empresas” en casos posibles y en aquellos en que fuera necesario, por eso era factible la unificación, pues ello afianzaría sus conquistas como grupo unificado, para elevar sus condiciones de vida bajo la dirección de un comité ejecutivo en el que quedaría la representatividad de las centrales sindicales más poderosas del país.[8]
     De acuerdo con la convocatoria al congreso constituyente –según María Eugenia Lara-, durante la sesión del 22 de febrero de 1936 se nombraron 3 comisiones dictaminadoras, con cuyos trabajos se desarrollarían las actividades. La primera comisión fue encargada de conocer todas las iniciativas relacionadas con la estructura de la organización y dictaminaría sobre proyectos de estatutos de la nueva organización, tácticas de lucha, reivindicaciones proletarias, etc.; la comisión quedó integrada por Vicente Lombardo Toledano de la previamente extinta CGOCM, Francisco Breña Alvírez del Sindicato de Electricistas (SME) y Salvador Rodríguez, del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros. La segunda comisión menciona esta historiadora, fue encargada de conocer los asuntos del trabajo industrial. Se formó por Valentín Campa, de la CSUM, Carlos Samaniego, secretario del interior del Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares y por Fernando Amilpa de la CGOCM. La tercera y última comisión creada, iba encaminada a los problemas campesinos de la nación, fue integrada por Manuel Díaz Ramírez de la CSUM, Francisco Márquez, delegado de la Confederación Sindical de Obreros y Campesinos de Puebla, y por el líder campesino Juan Morán.[9]
     Con estas comisiones durante el congreso constituyente se discutirían y analizarían los problemas por los cuales atravesaba el proletariado en México, y por la cual durante los días que durara dicho evento se trataría de dictaminar cuales serían las bases rectoras de la organización en todos estos rubros, cuando se conformara la confederación. Esto significa que por primera vez en la historia del movimiento obrero mexicano, las centrales sindicales más poderosas unen fuerzas para conseguir mediante un solo organismo las conquistas y reivindicaciones políticas y económicas de la clase trabajadora en México. La organización de la CTM se formó en ocho organizaciones constitutivas, de las cuales cada una tenía una función en específico, como por ejemplo la forma en la que se organizaría cada sector de la producción en México, a continuación se citan las organizaciones constitutivas de la CTM y cada una de sus funciones:
a)    Agrupaciones campesinas y comunidades agrarias; ejidatarios, aparceros o pequeños ejidatarios.
b)    Sindicatos de campesinos: Campesinos asalariados
c)     Agrupaciones de trabajadores al servicio del Estado.
d)    Sindicatos gremiales: individuos del mismo oficio, profesión o especialidad.
e)    Sindicatos de empresas: Oficios varios pero laborando en una misma empresa.
f)      Federaciones regionales.
g)    Federaciones industriales: integradas por varios sindicatos de empresa de la misma de la misma rama industrial.
h)    Sindicatos industriales: Individuos de varios oficios que laboran en varias empresas de la misma industria.[10]
     De esta forma podemos observar que la CTM era una organización que tendría una participación directa en todos los sectores de la producción agrícola e industrial mexicana, la cual tendría la obligación de brindar cobijo y protección a todos los trabajadores mexicanos. Finalmente a las trece horas del día veinticuatro de febrero de 1936 y entonando la Internacional Comunista, tras varios días de debate y discusión de las más importante centrales sindicales mexicanas, el Congreso de Unificación Proletaria daba nacimiento a la organización obrera más grande de la historia sindical de este país: La CTM. Esta confederación quedó constituida por los mismos sindicatos y agrupaciones que formaban el CNDP, CGOCM, CSUM, Cámara Nacional del Trabajo, Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros, Sindicato de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos de la República Mexicana, Sindicato Mexicano de Electricistas, Alianza de Uniones y Sindicatos de Artes Gráficas, Alianza de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías; quedando fuera solamente la CROM y la CGT, así –tal y como lo menciona Jorge Basurto- una fracción de la Cámara Nacional de Trabajo y algunas agrupaciones pertenecientes a la CGOCM que rehusaron participar en el congreso y cuyas posiciones las colocaban en el terreno de la reacción.[11]

Conclusión.
     Tras analizar el proceso de conformación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), podemos deducir la importancia que esta tuvo en el movimiento obrero organizado del México contemporáneo, ya que al consolidarse como la central más poderosa de trabajadores en este país, esta pudo influir de manera directa en las políticas obreras de ese entonces. Una organización de tales magnitudes es el producto de un largo historial de luchas y conformación histórica del proletariado mexicano como clase social. Es importante considerar esta última cuestión, ya que en México no existía una clase obrera organizada y las organizaciones sindicales previas a la CTM, no buscaban en realidad mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Esto puede ser considerado como uno de los logros históricos más trascendentales en la vida política y social del país, ya que México por ser un inminente país agrícola podía fortalecer las bases de lucha de una clase trabajadora que iba en asenso; si bien el proletariado en la historia de México no ha constituido un sujeto histórico de vital importancia para las transformaciones políticas, económicas y sociales del país, desde que se consolidó como un Estado-Nación; el siglo XX abre las puertas para un sector social en formación, debido a las condiciones materiales que imperaban en la época, las cuales permitieron el rápido asenso y consolidación de un grupo social que hasta ese entonces no había tenido una participación directa en los procesos sociales más importantes de este país.
     Si bien todos sabemos cual fue el destino de la CTM después de que Fidel Velazquez asumiera la dirección de esta, es importante no solamente resaltar la cuestión política que conllevo a este acontecimiento histórico; porque la mayoría de las veces que se aborda esta cuestión, solamente se habla de la corrupción de la que ha sido objeto la CTM a través de la historia de México. Considero que debe reformularse el discurso histórico, y dejar de ver ese aspecto político de la historia para darle más peso a la cuestión social. Abordar a todos aquellos sujetos históricos que la historia solamente ha visto como multitudes dirigidas por un determinado líder, y estudiar las bases de todas estas agrupaciones para llevar un análisis que nos permita comprender la totalidad de estas transformaciones políticas en el ámbito del sindicalismo en México.




[1] Lara Rangel, María Eugenia, “Confederación de trabajadores de México (CTM)”,  en 75 años de sindicalismo mexicano, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1986, p 468.
[2] ibidem p 482.
[3] Aziz Nassif, Alberto, El Estado Mexicano y la C.T.M., México, Ediciones de la Casa Chata, 1989, p 59-62.
[4] Basurto, Jorge, Cárdenas y el poder sindical, México, Ediciones Era, 1983, p 72.
[5] De Lara Rangel , María Eugenia, “De la dispersión a la unificación del movimiento obrero. La fundación de la CTM. 1933-1936” en Aguilar García, Javier, Historia de la CTM. 1936-1990, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, 1990, p 62.
[6] Aziz Nassif, Alberto, op cit, p 45.
[7] Basurto, Jorge, op cit., p 69.
[8] Lara Rangel, María Eugenia, op cit,. P 470-471.
[9] ibidem p 47.
[10] Lara Rangel, María, Confederación de trabajadores de México (CTM)… p 487-488.
[11] Jorge Basurto, Cárdenas y el poder sindical… p 69-70.

martes, 5 de noviembre de 2013

Reforma Agraria.


La Reforma Agraria y la formación del nuevo Estado revolucionario: 1920-1928.
El campesinado como un nuevo actor social.

Portillo Motte Óscar Augusto
FFyL-UNAM [noviembre 2013]

Introducción.

A lo largo de toda la historia de México la lucha por la tenencia de la tierra ha sido una constante, sobre todo en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, donde los principios del liberalismo atentaron de manera directa contra la propiedad de la tierra (principalmente de pueblos y el clero), estableciendo nuevas formas de explotación agrícola y por ende diferentes relaciones sociales de producción. Esto originó que cierta parte del campesinado mexicano a principios del nuevo siglo decidiera sumarse a la revolución, enarbolando de cierta manera los principios del zapatismo, el cual buscaba una restitución de tierras a sus antiguos propietarios. Esta bandera fue retomada posteriormente por ciertos grupos políticos como principio supremo de la revolución, y bajo el cual debía dirigirse e instaurarse el nuevo gobierno que de esta emanara. La reforma agraria constituyó el corpus de una serie de demandas sociales que surgieron al calor de la misma lucha armada y la cual había sido apoyada por un sector social que hasta ese momento no había tenido una participación en la vida política nacional, el campesinado.
     Para la década de 1920 el campesinado representaba la mayor fuerza política del país, pues su participación en lo años previos le había dado un lugar preponderante en la vida política nacional, es así que a partir de esta década comienza a representar uno de los grupos de presión más importantes debido a la organización política que en esos años se estaba conformando. El movimiento campesino representa la inclusión de las masas en las decisiones nacionales, y fue un actor clave para comprender las decisiones en relación a la reforma agraria que el gobierno del grupo Sonora intentaba instaurar. A lo largo de esta década podemos observar la resistencia a una serie de reformas en relación a la propiedad de la tierra, de las cuales los movimientos campesinos apoyaron o en determinado caso frenaron, lo que significó que el nuevo Estado revolucionario tuviera de base el apoyo político de la clase campesina. En los años que pretendemos abordar en esta investigación, nos centraremos precisamente en el papel del campesinado en las decisiones políticas tomadas por el gobierno, para instaurar la reforma agraria y ver cual fue la participación política que tuvo durante estos años, los cuales fueron completamente decisivos para entender la reforma agraria en los años posteriores, específicamente en la época de Cárdenas.
     Partimos del supuesto de que la radicalización campesina en México se debe a la influencia externa, precisamente de la revolución rusa y la II internacional, ideas que permearon en este país debido a la reciente efervescencia política generada por la revolución mexicana, y a raíz de esto se puede comprender justamente ese devenir histórico en relación a las necesidades de implementar en México una forma de explotación de la tierra basada en el ejido, contrariamente a lo que manejaba el discurso oficial, que apoyaba la división parcelaria de la tierra a través de la pequeña propiedad privada, con el objetivo de insertar a México en el concierto de la economía mundial.

La reforma agraria como forma de mistificación social.

Para el periodo de 1920-1928 años en los que se consolidó el grupo Sonora en el poder, la cuestión agraria era un problema del cual no se podían deslinar los gobernantes mexicanos, debido a la creciente demanda surgida por parte del campesinado en relación a la repartición de tierras, petición que surgió al calor la lucha armada de la revolución. Esto representó uno de los principales problemas del grupo en el poder, debido al creciente descontento de los sectores populares rurales, quienes propugnaban por la destrucción total del latifundio porfirista y proponían otra forma de estructura agraria nacional, orientada hacia la explotación colectiva de la tierra. Si bien Obregón y posteriormente Calles consideraban al problema agrario como una cuestión que debía ser atendida a la brevedad posible, dentro de la concepción de estos no cabía la idea de una repartición agraria dirigida a transformar radicalmente las relaciones de propiedad existentes.
     Para inicios de la década de 1920 aparecieron en la escena pública partidos que enarbolaban las causas de la lucha campesina, principalmente las demandas de la facción zapatista, cuyo líder, Emiliano Zapata, había sido asesinado años atrás (1919). Este grupo logró posicionarse dentro de la esfera política nacional y formar el Partido Nacional Agrarista, bajo la tutela de Antonio Díaz Soto y Gama, un antiguo militante del zapatismo, quien tenía la convicción de llevar a cabo una reforma agraria que reivindicara el papel del campesinado en la lucha revolucionaria. De esta manera el PNA iniciaría un periodo de transición entre la lucha campesina armada y la lucha social, aunque sus postulados teóricos en relación a la reforma agraria no diferían mucho de la política oficial, la creación de este partido fue un importante aliciente para la conformación de los movimientos campesinos en los años posteriores y la participación de estos en la vida política nacional.[1] Si bien los postulados teóricos de este tipo de partidos políticos no planteaban una radicalización en cuanto a la modificación de las estructuras de propiedad de la tierra en México, es importante reconocer la labor realizada en los años previos a la reforma agraria cardenista; uno de los factores en los que comúnmente suelen caer los historiadores, son las comparaciones en relación a los repartos agrarios realizados en otras partes del mundo, el ejemplo más claro de esto fue el realizado en la Unión Soviética con la creación de las granjas colectivas.
     Es importante realizar un paréntesis en este punto, para dejar en claro algunas ideas en relación a los postulados ideológicos que propiciaron la reforma agraria en México, y entender el vínculo de la problemática nacional con el mundo en la segunda década del siglo XX. La época que analizamos se centra en un periodo en la cual las estructuras sociales, económicas y políticas de la sociedad burguesa del siglo XIX están desapareciendo, para abrir paso a lo que Hobsbawm ha denominado como la revolución mundial, una época en donde la revolución Bolchevique representó una esperanza para los pueblos del mundo y una influencia de tales dimensiones en el aspecto ideológico, que la aparición de esta así como los de otros movimientos sociales en el siglo XX no fueron una mera casualidad.[2] Si bien la Revolución Mexicana difiere en bastantes aspectos de la rusa, sobre todo en la cuestión ideológica, no se puede negar la influencia de esta sobre los movimientos sociales de los años veinte y la radicalización de estos, cuestión que motivó a muchos gobiernos del mundo en donde la amenaza de una revolución estaba latente, a apaciguar estos con reformas sociales que acallaran los ánimos de un inminente estallido social, como es el caso de países conservadores y contrarrevolucionarios como Finlandia y Rumania, que tuvieron que implementar una improvisada reforma agraria para aplacar el descontento de sus pobladores, algo parecido a lo que sucedió en México en la segunda década del siglo XX.[3]
     Cerrando este paréntesis y regresando a la cuestión que nos atañe, los principios ideológicos de la reforma agraria mexicana estaban basados en lo señalado en el artículo 27 constitucional, el cual estipulaba en primera instancia la restitución y dotación de tierras a los campesinos que se encontraran desposeídos de ellas, fraccionando a los latifundios para el desarrollo de la pequeña propiedad privada. El objetivo fundamental y eso está claro dentro del mismo discurso revolucionario, es terminar con las relaciones sociales y de producción de carácter feudal y precapitalista que imperaban antes de la revolución.[4] Llevando a cabo este tipo de reforma enfocado a las distribuciones de tierras en pequeñas propiedades, el Estado crearía una nueva clase media rural, que llevara a cabo de manera armoniosa el desarrollo del sistema capitalista y por ende la ampliación del mercado interno. Es clara la orientación ideológica de la constitución de 1917, instruida por el liberalismo,  pero lo importante a analizar aquí es observar cuál fue la reacción del campesinado mexicano, principalmente el del centro del país, el cual dentro de su visión del mundo no podía concebir otra forma de tenencia de la tierra que no fuera la de la propiedad comunal. Para este sector del campesinado es bastante claro que la protección de la propiedad privada es un atentado contra las demandas que se formaron durante la lucha revolucionaria y por esta razón surge una radicalización del movimiento campesino en México.  
     Como bien lo mencionamos anteriormente es innegable la influencia del socialismo a nivel mundial y relacionándolo al contexto nacional, este tuvo una clara influencia en distintos movimientos agrarios regionales, como es el caso de Michoacán, Veracruz y Yucatán, en donde los gobernadores representan el ala radical agrarista de la revolución, inspirados principalmente por el marxismo y la idea de una sociedad igualitaria. Para los años veinte estos estados representan el principal foco de insurrección campesina en el país, en donde hay un claro rechazo a la política oficialista vinculada al reparto agrario.[5] Esto surge en relación de la aparición de nuevos actores sociales en el periodo que abordamos, los cuales ejercen cierto tipo de presión al gobierno federal para efectuar una serie de demandas sociales por las cuales propugnan, presión a la cual el gobierno tiene que ceder y por ende acelerar el trámite de dotación y restitución de tierras en el país.
     Un problema bastante común durante los primeros años de la década de 1920 fue el incipiente reparto agrario efectuado por los gobiernos de Obregón y Calles, debido a la tardanza y a la burocratización de los trámites agrarios que se efectuaban en aquellos años, los cuales tenían un sinnúmero trabas e intereses de por medio, uno de los principales conflictos generados de esta serie de tramites fue la resistencia de la antigua y nueva clase terrateniente mexicana, la cual lanzó una contraofensiva contra este proceso de repartición, mediante la formación de cuerpos armados que se dedicaban a defender las grandes propiedades agrícolas del país, lo cual generó una serie de enfrentamientos entre la burguesía terrateniente y el campesinado que reclamaba la tierra.
     Principalmente esta serie de conflictos se llevaron a cabo en el altiplano mexicano, donde todavía se conservaban las viejas estructuras oligárquicas de la época porfiriana y donde esta clase socialmente mejor acomodada, naturalmente mostraba cierta reticencia a las expropiaciones de parte del gobierno.[6] Cuestión que contrastaba directamente con la región del centro del país, en donde la mayor parte de la lucha armada había reivindicado el reparto agrario bajo la bandera del zapatismo y por ende fueron las primeras beneficiadas del reparto agrario del nuevo gobierno de la revolución.[7]
     Sobre estas cuestiones es como podemos entender la disimilitud bajo la cual se llevaron a cabo los primeros repartos agrarios en México, donde el gobierno tenía que ceder a los distintos grupos de presión del campesinado, principalmente en la región del centro y sur del país, contrastando con la situación del norte, donde los principios de la revolución agraria nunca fueron una prioridad como tal y donde una buena parte de los generales revolucionaros pudieron asentarse como grandes y medianos propietarios en las haciendas confiscadas durante la fase armada de la revolución. Es evidente que la presión emanada desde las clases subalternas del campesinado fue de una intensidad variable y de esto se debe la disparidad con la que se llevó a cabo el reparto agrario en la época que abordamos.
     Contrariamente a lo que se pueda pensar, el nuevo Estado revolucionario en sus primeros años tenía la firme convicción de destruir la vieja estructura agraria del porfiriato basada en los latifundios, y sustituirla por otra forma de propiedad, una en donde el pequeño agricultor fuera la base de la economía agrícola, cuestión que como bien sabemos era contraria a la posición adoptada por los sectores radicales de la revolución. Obregón y Calles como hombres formados bajos los principios del liberalismo, tenían esta concepción en relación al reparto agrario, y en una primera instancia podemos observar la dinámica de las primeras restituciones de tierras, las cuales iban encaminadas a apaciguar los conatos de rebelión por parte de un sector del campesinado; esta fue la base de la política agraria obregonista, basada en los repartos agrarios como un instrumento mediante el cual el gobierno podría apaciguar la fuerza del naciente movimiento agrario y contrarrestar su fuerza política, para sumar al campesino a las filas del gobierno en caso de una inminente rebelión por parte de grupos políticos disidentes y de esta manera asegurar el ejercicio del poder.   
     Debido a esta presión el gobierno obregonista tuvo que ceder a los distintos grupos que reivindicaban la reforma agraria como parte integral del nuevo gobierno de la revolución; en el cuatrienio de Obregón se repartieron cerca de 1 200 000  hectáreas, cantidad irrisoria si consideramos el número de campesinos sin tierra que había en México en aquellos años.[8]
     Pese a esto en la concepción del gobierno nunca se dejó de lado la idea de transitar hacia la propiedad privada, ya que Obregón consideraba que la restitución de los ejidos no podía ser un fin en sí, tan sólo era una necesidad política inevitable. Para estos hombres la necesidad de fraccionar a México en un país de pequeños agricultores era una aspiración y el medio por el cual la sociedad agraria mexicana podría transitar en un determinado periodo de tiempo hacia el capitalismo.
     Como bien  lo mencionamos, la radicalización del movimiento campesino en México surge de un sentimiento de rechazo e insatisfacción hacia las medidas reformistas que el nuevo gobierno de la revolución estaba efectuando, en relación al reparto agrario, y es fácil de entender, sobre todo si consideramos el factor de que hace ya muchos años que se había iniciado en México un movimiento revolucionario, y como consecuencia las grandes masas de campesinos sin tierra se habían unido a este, y al ver que las demandas por las cuales se unieron a la rebelión no se estaban satifasfaciendo, podríamos considerar como algo natural la insurrección. Careciendo de una ideología política definida y por lo tanto de una conciencia de clase, los grupos campesinos en México en plena organización comienzan a sentir que el mismo Estado que ayudaron a forjar años atrás los está excluyendo, debido a que las demandas sociales que proponen no están siendo escuchadas.[9] Como consecuencia de esto podemos observar que durante los años veinte se forman las ligas agrarias de resistencia, en los estados donde los gobernadores han radicalizado sus posturas de gobierno (Veracruz, Yucatán).
     Con estos primeros repartos efectuados en la época de Obregón, podemos observar que la reforma agraria se está efectuando como una forma de mistificación social, debido a que el gobierno temeroso de la violencia que pueden ejercer las masas por medio de la insurrección, se ve obligado a aceptar la repartición de ciertas dotaciones de ejidos, pero esto tiene un trasfondo de carácter económico. El reparto agrario de esa época se llevaba a cabo bajo una lógica de salvar a la propiedad privada por medio de la reforma agraria, es decir, el ejido sería solamente una medida transitoria, una escuela en donde los ejidatarios podrían ser capaces de transformarse en campesinos propietarios. Rodolfo Stavenhagen menciona que por medio del ejido, se transita hacia una nueva forma de posesión de la tierra, este sistema otorga la tierra a las comunidades de agricultores, pero en teoría es propiedad del Estado. Los campesinos tienen derecho a cultivar individualmente una parcela de tierras, si bien se trata de una tenencia colectiva, desde el punto de vista económico la mayoría de los agricultores son minifundistas.[10]
     Siguiendo el trasfondo de esta medida transitoria, el verdadero objetivo seguía siendo el reforzamiento de las relaciones de propiedad que la facción liberal de la revolución había proyectado, esto es, unas relaciones de propiedad privada, pero acomodadas a las nuevas relaciones sociales y económicas, que tenían como mira la modernización de México, convirtiéndolo en un país capitalista, emprendedor y progresista.[11]
     Con la llegada de Plutarco Elías Calles a la presidencia de la república el sistema de dotación y repartición de tierras toma un viraje completamente diferente al que pudimos apreciar durante la presidencia de Álvaro Obregón, si bien en el cuatrienio anterior la reforma agraria se llevó a cabo por medio de la presión de ciertos sectores sociales, en este periodo se torna un poco más conservador por parte del gobierno. Con Calles en el poder se inicia un proceso de legislación en relación a la propiedad de la tierra, con la denominada Ley de Patrimonio Ejidal de 1925, la cual planteaba en un principio la división de los ejidos constituidos, en parcelas individuales y señalaba la intervención del Estado en la vida interna de estos.[12] Con esto se observa una intención de reforzar la gran propiedad privada, es decir, el Estado se declaraba partidario de la acumulación de tierra en grandes extensiones, con el objetivo de transitar de una manera más ágil y eficaz al amplio desarrollo de una economía capitalista.
     En base a esto el gobierno mexicano proponía la desaparición gradual de los ejidos, con la idea de que esta medida transitoria solamente rezagaba la economía nacional, condenándola a un letargo en cuanto a la modernización de las técnicas de producción. Por esta razón el gobierno aumentó los requisitos necesarios para el trámite de dotación de ejidos, con el fin de proteger a los propietarios.[13]  Con esto el gobierno implementó una serie de medidas para aumentar la producción del sector agrícola encaminada a la tecnificación y modernización de las mismas; Calles, partidario convencido del fracaso de la reforma agraria, debido a que en el periodo anterior las tierras repartidas no tuvieron el final esperado, debido a un mal manejo por parte de los ejidos, principalmente porque en algunos casos las parcelas repartidas crearon una nueva forma de explotación del campesinado, cacicazgos, acaparación de tierras, usura, etc.[14] Por esta razón el gobierno dejó de considerar al problema de la tierra como una cuestión política, para asegurar la modernización del país a partir de la técnica.
     La iniciativa privada representaba para el gobierno la única alternativa para sacar de las esclerosis al campo mexicano, por medio de la creación de instituciones de crédito para el fomento de la agricultura, construcción de caminos, vías férreas y la implementación de modernos métodos de cultivo, el gobierno podía cooperar con la iniciativa privada para la revitalización del campo. De cierta forma esto no constituyó la destrucción total o parcial del ejido, sino un nuevo mecanismo que sustituyera la explotación colectiva de la tierra, por uno que propició la posesión individual de la misma. Arnaldo Córdova menciona que a partir de la instauración de las leyes de reparto ejidal en la época de Calles, este cobró una acepción que sigue teniendo hasta nuestros días, es decir, el conjunto de tierras dadas en propiedad a un grupo de población, mediante dotación o restitución, desde entonces el ejido dejó de ser una regla, pero continuo siendo una forma de explotación colectiva de los pueblos: lo fundamental pasó a ser el modo individual de explotación mediante el emparcelamiento de las tierras dedicadas al cultivo y a la asignación de parcelas, en usufructo, a los campesinos jefes de familia.[15]
     Aún con todo este tipo de medidas para frenar gradualmente la reforma agraria, Calles, a pesar de su reticencia, tuvo que ceder al descontento cada vez más generalizado y entregar a los campesinos poco más de 3 000 000 de hectáreas, el triple de lo que habían otorgado los presidentes que le antecedieron. Pero estas tierras repartidas se entregaron según las normas estipuladas por el propio gobierno, es decir, los ejidatarios se convirtieron en pequeños minifundistas.[16] 



[1] Gómez-Jara, Francisco A. El movimiento campesino en México, México, Editorial Campesina, 1970, p29.
[2] Hobsbawm, Eric, “La Revolución Mundial” en Historia del siglo XX, Buenos Aires, Editorial Crítica, 2007, p 63.
[3] ibidem p 74-75.
[4] Guntelman, Michel, Capitalismo y reforma agraria en México, 3ed, México, Ediciones Era, 1977, p 23.
[5] Francisco Gómez-Jara, El movimiento campesino en México, p 54.
[6] Tobler, Hans Werner, “Los campesinos y la formación del Estado Revolucionario: 1910-1940” en Friedrich Katz (comp.), Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, 2ed, México, Ediciones Era, 2004, p 440-441.
[7] ibidem p 440.
[8] Dulles, John W.F., “El general Obregón y el reparto agrario” en Ayer en México, México, Fondo de Cultura Económica, 1979, p 97.
[9] Francisco Gómez-Jara, El movimiento campesino en México, p 25
[10] Stavenhagen, Rodolfo, Las clases sociales en las sociedades agrarias, 4ed, México, Siglo Veintiuno Editores, p 94.
[11] Córdova, Arnaldo, La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen, 2ed, México, Ediciones Era, 1973, p 333.
[12] Guntelman, Michel, Capitalismo y reforma agraria en México, p 96.
[13] Ley Bassols: 1927
[14] Córdova, Arnaldo, La ideología de la Revolución Mexicana… p 332-333
[15] ibidem p 335-336.
[16] Guntelman, Michel, Capitalismo y reforma agraria en México… p 97.

lunes, 14 de octubre de 2013

Análisis cinematográfico.


Kamchatka: "El lugar donde resistir"




Portillo Motte Óscar Augusto 
 FFyL-UNAM [junio de 2013]


¿Por qué analizar las problemáticas del pasado a través del cine?  

 Analizar problemas históricos a través del cine permite al investigador tener en cuenta otro tipo de interpretaciones acerca del pasado, utilizando como herramienta de estudio el discurso cinematográfico, en donde a través de los ojos del director o realizador de cada film, se pueden apreciar otro tipo de miradas o realidades completamente distintas a las que nos ofrecen los textos escritos. Por medio de herramientas visuales como el cine y la fotografía, es posible acceder a otra forma de observar la realidad en donde el análisis de cuestiones políticas, económicas y sociales toman otro sentido de interpretación. Esto no quiere decir que las denominadas nuevas fuentes carezcan de objetividad, sino que a partir de estas podemos tomar en cuenta otro tipo de elementos que nos ayuden a reconstruir el pasado e incurrir en otro tipo de problemáticas. Es así que mediante el análisis del discurso del cine podemos recrear de cierta manera aspectos del pasado que no necesariamente tienen que ser una reproducción fiel del mismo.
     Sobre esto último quisiera hacer notar que la mayoría de las películas que abordan un hecho histórico, se montan bajo un sentido de ficción y a partir de esto es donde podemos encontrar elementos que nos permitan realizar una lectura histórica del cine. Estas son cualidades necesarias para poder realizar un estudio a fondo de fenómenos histórico-sociales por medio del discurso cinematográfico, en el cual se pueden obtener varios elementos que hacen de una película no sólo una mera expresión cultural dirigida a un cierto sector de la sociedad, sino un instrumento con  una profunda carga  ideológica. Ya que el cine forma parte de una industria cultural, en donde predomina una ideología dominante, siendo este un producto que se encuentra completamente politizado, sujeto a una determinada hegemonía y difusor de las ideas de masas.[1]
      Es por esto que a través del análisis cinematográfico podemos extraer ciertos elementos que nos ayuden a vislumbrar cual es la construcción ideológica de un film, debido a que el cine es una expresión cultural de una época y por tanto es necesario tomar en cuenta elementos que nos ayuden a comprender cual es el contexto político, económico y social en el que se realiza y las connotaciones que implica.[2]
     El trasfondo de las películas no es neutro, puesto que se haya impregnado de la ideología dominante. Esta ideología es el contenido mismo del cine y bajo este precepto fundamental es donde se difunden las ideas dominantes, las cuales responden a un determinado contexto histórico.
     A partir de lo anteriormente expuesto me propongo analizar en este breve ensayo la película Kamchatka[3] (adaptación del libro de Marcelo Figueras que lleva el mismo nombre), obra del director Marcelo Piñeyro y presentada en el año 2001. Esta película se ubica en el contexto histórico del golpe militar en Argentina a mediados de la década de 1970 y es parte de una serie de films sobre la dictadura militar en ese mismo país. Cabe mencionar que es una cinta de reciente aparición, comparada con otras que salieron a la luz inmediatamente después de finalizado el Proceso de Reorganización Nacional. Esta obra como bien se mencionó anteriormente está situada cronológicamente en el inicio de la dictadura cívico-militar argentina, la cual responde a un contexto histórico de carácter global como es la guerra fría.
     A través de este contexto general podemos situar históricamente la trama central del film a analizar, la cual se desarrolla en los gobiernos militares de América del Sur en los años setenta, que fueron consecuencia, muchos de ellos de la Doctrina de Seguridad Nacional ejercida por los Estados Unidos en materia de política exterior, lo que trajo como consecuencia una serie de gobiernos cívico-militares en países del cono sur, como Uruguay (1973), Chile (1973) y Argentina(1976). 

I.- Kamchatka: El lugar donde resistir.
Para iniciar el análisis cinematográfico del film, es necesario abordar la trama central del mismo; Kamchatka es una cinta en donde se cuenta la historia de una familia argentina en los días posteriores al golpe de Estado de Jorge Rafael Videla (1976), de la cual el director no ofrece la información necesaria para conocer a cada uno de estos personajes, sólo sabemos cuales son los roles que cada uno ocupa, como el padre de familia que es abogado, la madre científica y los dos hijos de este matrimonio, los cuales aún son unos niños. La historia se centra principalmente en Matías, el hijo mayor de esta pareja, en donde a través de este podemos conocer la historia de su familia en el inicio del Proceso de Reorganización Nacional.
     La historia comienza con la huída de la familia a una finca en las afueras de Buenos Aires, en donde por motivos completamente desconocidos para el espectador tienen que ocultarse, aunque se puede inferir que son perseguidos políticos por el régimen en turno. Es así que Matías y su hermano menor “El Enano” son arrancados de su modus vivendi habitual, para llevar una vida alejada del ajetreo político y social por el que atraviesa el país en esos momentos. Al principio parece ser una situación bastante incómoda para los dos hermanos, ya que dejaron atrás a sus amigos, la escuela y la vida que conocían; debido a la persecución de la que es victima la familia, los padres deciden adoptar nombres falsos, con la intención de no ser reconocidos por los militares que se encuentran en su búsqueda, es así que cambian su apellido a familia Vincent.
     Tras una temporada en la finca los dos pequeños se han acostumbrado completamente a la vida en ese lugar, (cabe mencionar, que es en donde se desarrolla la mayor parte de la trama del film) por lo que su estadía ahí se vuelve más tolerable. Un día reciben a un invitado en la finca, un joven de nombre Lucas, quien también por motivos políticos es obligado a ponerse ese nombre. Este personaje resulta ser todo un misterio para los dos niños, por no saber nada acerca de él.
     El tiempo pasa y la situación política de los padres no mejora, sabiéndose perseguidos y con los militares pisándoles los talones, deciden dejar a sus hijos con sus abuelos paternos, siendo esta la única opción viable para salvaguardar la vida de los pequeños, siendo este momento la última vez que Matías verá a sus padres.  

II.- Una representación onírica de la dictadura.
     A través de la voz en off de Matías quien es el narrador de esta historia, nos podemos dar cuenta de muchas cuestiones acerca de este periodo, sobre todo de aspectos que en diversas ocasiones las obras escritas no muestran. Una particularidad de esta película es que exhibe el factor psicológico de los perseguidos por la dictadura y esto lo podemos observar a través de la representación que hace Matías de esta, quien desconoce totalmente los motivos por los cuales tuvieron que dejar su hogar y trasladarse a la finca, y a través de ciertos elementos puede hacer una interpretación de la realidad por la que atraviesa su familia. Por medio de la serie de televisión Los Vengadores, el escapista Harry Houdini (de quien toma el nombre) y el juego de táctica y estrategia T.E.G., el joven protagonista utiliza la ficción no como un medio de escape de la realidad, sino como una forma de conocimiento y aprendizaje, cuestión que le ayuda a tener una mejor comprensión de la situación por la que atraviesa y tratar de comprender lo que está pasando.[4]
     Harry (Matías) a través del juego táctica y estrategia aprende la importancia de la resistencia, de Houdini, que hay que escapar a cualquier precio y de Los Vengadores, que no puede diferenciar si las personas son amigas o enemigas, estos elementos le ayudaran a nuestro protagonista a asimilar la realidad y estás cuestiones serán determinantes por el resto de su vida.[5] De esta manera podemos observar como el director trata de construir un discurso por medio de estos elementos, que al ser utilizados como metáforas nos proporcionan una idea de cómo un niño como Matías concibe fenómenos histórico-sociales, factor por el que podemos analizar ciertos aspectos de la dictadura argentina a través de las vivencias de este personaje.
     Una de las críticas que se le pueden hacer a Kamchatka, es el discurso político que maneja, que si bien es una radiografía de los perseguidos y desaparecidos por la dictadura argentina, esta hace una crítica bastante laxa sobre los opresores, debido a que en la mayor parte del film estos no aparecen y hay poca mención hacia ellos. Las referencias directas a la dictadura son escasas, quizá la más clara es el noticiero que se logra entrever a través del televisor en la escena de la sala; pero considerando que la intención de la película no es proporcionar datos sobre este proceso histórico, a pesar de que la película se monte en este periodo, podemos obtener pocas referencias sobre este tema.
     Si bien el factor político no está del todo presente en la trama, la forma en la que está construido el discurso de la cinta nos revela que no es necesario tratar el tema de la política ni de la violencia, para transmitir el sentimiento de los protagonistas con respecto a la situación que padecen. Tras los lazos formados en la finca por cada uno de los integrantes de la familia de Matías, es posible hacer un análisis de la situación que se vivía en aquellos años, en donde el peligro de ser sustraídos por militares era una constante.
     Es así que a través de este film podemos hacer una reconstrucción histórica sobre la historia de los desaparecidos en la dictadura argentina, si bien este no es un caso verídico, se retoman distintos elementos de carácter psicológico que nos permiten tener una aproximación a este fenómeno histórico. Y como muchos otros casos con características similares, esta película nos ofrece una aproximación al clima de violencia y represión política de aquellos años, con lo que podemos establecer como era la vida de todas aquellas personas que vivían ocultas por temor a que fueran desaparecidas por el gobierno.
     En cuanto a la forma narrativa de esta película podemos decir que no había una intención de innovar o realizar contribuciones al caso de la dictadura militar argentina, debido a que hay un sinnúmero de cintas que abordan este proceso desde distintas perspectivas. Sino que la verdadera contribución de este film, es mostrarnos este duro proceso desde otra óptica, que es el elemento en donde podemos observar la carga ideológica de Kamchatka, debido a que es una película concebida para la distribución a nivel de masas y reproductora de la ideología dominante, que en este caso sería el de darle otra interpretación a este proceso histórico.

Consideraciones finales.
Para concluir este breve ensayo quisiera resaltar la utilidad del cine como elemento de interpretación de la historia, que en este caso se vio ejemplificado con la película anteriormente descrita, la cual puede servir como documento de carácter histórico en más de un sentido; este tipo de producciones cinematográficas son una forma de explicar el exceso de memoria histórica de la sociedad argentina sobre el cruento periodo que representó la dictadura. Podemos decir esto, debido a que hay gran variedad de películas que abordan este proceso desde variados puntos de vista y abordando distintas problemáticas. De esta manera nos es posible observar como a partir de esto hay una tendencia a analizar este caso desde otras perspectivas, no en la representación grafica del aspecto político, económico y social, sino a partir de la intimidad de una familia que sufre las persecuciones políticas.
     En este sentido es posible hacer un análisis de lo que representa este periodo histórico para la sociedad argentina en la actualidad, la cual se niega completamente a olvidarlo y que en ocasiones este discurso sirve como instrumento de legitimación del poder de los actuales gobiernos en este país. Un fenómeno que no es privativo solamente del caso argentino, sino de muchos gobiernos que en su reciente historia atravesaron por gobiernos dictatoriales.

Bibliografía.
- Max Horkheimer, “La industria cultural” en Dialéctica de la ilustración, Madrid, Akal, 2007, p. 133-181.
- Rosenstone, Robert A., El Pasado en Imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, Barcelona, Ariel, 1977, p 13-74.
- Van Dijk, Teun. Algunas notas sobre la ideología y la teoría del discurso en Semiosis, (Universidad Veracruzana, Xalapa, México), no.5, julio-diciembre, p. 37-53. (versión electrónica).

Fuentes electrónicas.
Mora, Rosa, ‘Kamchatka’ narra la triste y tierna historia de un hijo de desaparecidos, El País digital [En línea], Barcelona, 16 de noviembre de 2003, noº 9,666, [fecha de consulta: 10 de junio de 2013].
Disponible en: elpais.com/diario/2003/11/16/cultura/1068937204_850215.html

Filmografía.
Marcelo Piñeyro, Kamchatka, Argentina-España, 2001, 107 min.



[1] Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, “La industria cultural” en Dialéctica del iluminismo, Madrid, Akal, 2007, p. 133-181.
[2] Van Dijk, Teun. Algunas notas sobre la ideología y la teoría del discurso en Semiosis, (Universidad Veracruzana, Xalapa, México), no.5, julio-diciembre, p. 37-53. (versión electrónica)
[3] Marcelo Piñeyro, Kamchatka, Argentina-España, 2001, 107 min.
[4] Mora, Rosa, ‘Kamchatka’ narra la trite y tierna historian de un hijo de desaparecidos, El País digital [En línea], Barcelona, 16 de November de 2003, noº 9,666, [fecha de consult: 10 de junior de 2013]. Disponible en: elpais.com/diario/2003/11/16/cultura/1068937204_850215.html
[5] ibidem